Cuando las encuestas, que tienen el valor que tienen y nada más, coinciden una tras otra en que el PSOE baja en intención de voto, pero el PP no avanza ­-incluso retrocede en alguna-, es que el Partido Popular debe estar haciendo algo rematadamente mal. Nunca se ha visto en otra igual: haciendo oposición en una etapa de crisis galopante y frente a un Gobierno que une su propia incompetencia a unas circunstancias objetivas que lo desbordan.

El Gobierno no sabe qué hacer en la materia que ahora importa (¡la economía, estúpidos!) y el Partido Popular no se queda a la zaga: tampoco lo sabe. Es menos dañino, claro está, porque no tiene a su disposición el BOE, digital o en papel, ni la maquinaria política y administrativa que convierte en práctica política sus ocurrencias. A falta de uno y de otra, el PP descalifica, se opone a todo por sistema y envuelve sus pensamientos pequeños en palabras grandilocuentes o gruesas.

Observen ésta: el portavoz oficial del PP, Esteban González Pons, dice que Zapatero está construyendo una pirámide como la de Madoff, el mayor estafador del siglo por el procedimiento del tocomocho financiero. "La única diferencia es que Madoff trabajaba con el dinero de los ricos y Zapatero se dedica a especular con las ilusiones de los que más necesidad pasan", afirmó Pons, y a continuación se fumaría un puro. Antes los populares ya habían acusado al PSOE de beneficiar a los ricos al acudir al rescate de los bancos en dificultades y nuestro Antonio Sanz había sentenciado que existen motivos para ir a una huelga general. Insisto, quien habló así fue Sanz, no San...chez Gordillo, que antes ocupaba tierras y ahora ocupa bancos, pero sólo hasta que se van las cámaras de televisión, y ni un minuto más.

Aparte de las palabras, el PP se opone a todo por sistema. Se opone a los planes de ayuda financiera que han puesto en marcha todos los gobiernos y que pondría en marcha sin duda Rajoy si gobernara. Se opone al programa de obras municipales decretado por ZP, aunque sus ayuntamientos se precipitan a apuntarse, como es natural. Se opone al nuevo sistema de financiación autonómica que tanto gusta a Camps en Valencia y Aguirre en Madrid, como se opuso a la financiación extra de la sanidad de las autonomías que se habían quedado sin fondos. Su política es el espíritu de la contradicción: ¿qué se vota, que yo me opongo? Parece el Doctor No.

Esto es lo que le resta credibilidad. Sencillamente, la gente no se cree que el PP vaya a dejar en la estacada a los banqueros ni vaya a incitar a la huelga general. Por eso no gana los sondeos ni cuando su adversario pasa por la peor situación imaginable. O casi.

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