la esquina

José Aguilar

PP y PSOE en crisis

LA situación política es delicada. Al descrédito a la clase política en general se une una desafección específica creciente de los ciudadanos a los grandes partidos nacionales, los únicos de los que se pueden esperar soluciones a la crisis económica. Uno de ellos pierde aceleradamente el respaldo de la opinión pública, el otro sigue perdido. Son dos edificios con goteras y grietas.

Al PP se le ha agotado el tiempo en que podía culpar impunemente de los problemas a la herencia recibida. Vive la zozobra de estar seguro de que hace la política que tiene que hacer y, a la vez, ver cómo su electorado le abandona a marchas forzadas y troca el entusiasmo en desconfianza. El PSOE aún no sabe muy bien qué oposición practicar, si dura, blanda o mediopensionista, y tampoco recoge el fruto de las carencias de su adversario.

En el partido gobernante la alarma por una pérdida tan veloz de apoyos ha estallado en un sálvese quien pueda que tiene el peligro de que se condenen todos. Los ministros están prematuramente quemados y no se privan de discrepar entre ellos. Los que no lo son no dudan en anteponer sus intereses al interés general del Gobierno. Núñez Feijóo enfoca la campaña electoral en Galicia como si aquella comunidad fuera su reino de taifa, procurando que Rajoy no le acompañe demasiado. Esperanza Aguirre no pierde ocasión de desmarcarse, un día a cuenta del etarra Bolinaga y otro mirando por su predio madrileño donde quiere permitir el humo del tabaco en los casinos. José Antonio Monago desafía a Hacienda intentado reducir el IVA cultural. Distintos mecanismos y modalidades de librarse del lastre que viene de los recortes y restricciones del Gobierno de la nación.

El partido de la oposición todavía desconoce qué quiere ser de mayor. No le gusta nada lo que está haciendo Rajoy, pero está lleno de dudas: rechazar radicalmente las medidas de austeridad no resulta creíble después del último Zapatero, pero moverse con responsabilidad y sentido de Estado ayuda a consolidar las políticas del PP, destruye sus posibilidades de presentarse como alternativa y convierte a los socialistas en cómplices del desmantelamiento del Estado social que denuncian. El comité federal del PSOE ha creído encontrar en una reforma fiscal socialdemócrata un camino autónomo contra la crisis que evite a la vez la confrontación demagógica y el seguidismo conformista. No es suficiente alternativa al rescate financiero ni a las medidas de ajuste ya adoptadas. Más parece un guiño a los sectores sociales damnificados que un proyecto distinto al del poder.

El PSOE no sabe cómo subirse a la oleada de protestas populares sin echarse al monte. El PP se agrieta a la espera de que pase el temporal.

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