DESPUÉS de una semana de silencio propio y expectación ajena, Mariano Rajoy despejó la incógnita sobre la persona que va a ejercer de hecho de número tres del partido, tras él mismo y el secretario general (en este caso, habrá de designarlo el congreso del partido). Se trata de la portavocía del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, un puesto de gran significación, influencia e importancia en el organigrama del principal partido de la oposición y responsable de la actuación de 154 parlamentarios. La elegida ha sido Soraya Sáenz de Santamaría, que con menos de cuarenta años representa la incorporación de una nueva generación a la cúspide del PP. Su carrera política ha estado estrechamente vinculada a Rajoy, por lo que se puede decir que éste ha optado por una persona de su total confianza, de probada fidelidad, para encarnar el liderazgo del Partido Popular después de haber perdido dos elecciones consecutivas. Algunos viejos dirigentes populares recelan discretamente de la capacidad de Sáenz de Santamaría para manejar un grupo tan resabiado, pero hay que recordar que en la legislatura anterior la diputada de Valladolid ya lideró con éxito las negociaciones con el PSOE que permitieron la reforma de varios estatutos de autonomía, y en ellas se distinguió por su esfuerzo, dedicación y flexibilidad. Rajoy se juega en los próximos meses su futuro y las primeras decisiones que ha adoptado (promoción de Sáenz de Santamaría y "jubilación" pactada de Zaplana) parecen encaminadas a cimentar su propio poder autónomo y no tutelado en el seno del PP y a articular una oposición contundente al Gobierno, pero expresada en términos más dialogantes y menos crispados que en la etapa anterior. El nombre del nuevo secretario general y el resto del equipo del que se rodee tras el congreso darán la medida exacta de la firmeza de este cambio de rumbo que sugiere la selección de colaboradores directos hecha por Rajoy.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios