Las empinadas cuestas

amparo / rubiales

Pactar los cambios

DE todas las historias de la Historia/sin duda la más triste es la de España/porque termina mal", escribió Gil de Biedma. Nuestra historia no ha sido muy afortunada, porque son más los años malos que los buenos, por lo menos en los dos últimos siglos. El periodo democrático más largo es el que transcurre desde la aprobación de la Constitución del 78 hasta nuestros días, con luces y sombras, por supuesto, pero el salto cualitativo que hemos dado lo sabemos bien quienes vivimos la dictadura, no las nuevas generaciones, aunque éstas deben conocer la historia para no repetir errores.

El 6 de diciembre debería ser nuestra fiesta nacional, pero hemos tenido la mala fortuna de su cercanía con la Inmaculada y se ha quedado convertida en "el puente". Nuestro déficit para entender la laicidad es otro talón de Aquiles, a pesar de la aconfesionalidad constitucional.

La Constitución del 78 fue posible porque la propició el consenso que arrancó con los Pactos de la Moncloa, nuestro pacto constituyente, aunque así no se denominaran. Aquel consenso no debería romperse, aunque sí transformarse para dar respuesta a las demandas sociales. Permitió aprobar una Constitución que nos dio reglas de juego que hay que cambiar, pero no romper. Somos un Estado social y democrático de Derecho, con unos valores, la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, que no se han cumplido, pero que son nuestro objetivo.

Ninguna Constitución es suficiente, pero sí necesaria y debe ser reformada cuando sea preciso, con el acuerdo social y político más amplio que pueda alcanzarse, sin retroceso en los derechos conquistados. La crisis sistémica hay que afrontarla con decisión y energía, conscientes de las necesidades de la sociedad y de sus deseos de cambio. Reformar la Constitución era evidente, pero hoy resulta imprescindible. El pacto constitucional es preciso para que España siga siendo ese "compromiso histórico de muchos himnos, banderas y emociones", en expresión acertada de Luis Garicano. La humanidad tiene tantos deseos, creencias y necesidades diversas que no hubiera subsistido sin unas normas que las ordenaran, evitando los enfrentamientos cruentos. La democracia, como sistema político, es reciente, en plenitud no se alcanza hasta que las mujeres no consiguen el derecho al voto y, con imperfecciones, es el mejor sistema de convivencia que hemos encontrado.

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