La esquina

josé / aguilar

Pactar con transparencia

SE critica que los máximos dirigentes de las cuatro fuerzas políticas más relevantes tras el 24-M se hayan reunido por parejas -a excepción de PP y Podemos, porque Rajoy no ha querido- sin explicar a la opinión pública el contenido de sus encuentros. Se habla de secretismo y opacidad y se denuncia especialmente a los dos partidos emergentes, que habrían incumplido sus compromisos de transparencia.

Me pregunto qué tendrá que ver el culo con las témporas. No sé qué hay de malo en que los Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera se vean las caras y exploren las posibilidades de alcanzar acuerdos para procurar gobiernos estables en ayuntamientos y comunidades autónomas. Si algo se les puede achacar es que hayan tardado tanto en hacerlo. Diez días desde las elecciones.

La transparencia exigible no ha de referirse al relato detallado de las negociaciones -que, por otra parte, los protagonistas han transferido a sus respectivas direcciones territoriales-, a las posiciones de partida de cada uno de ellos, llamadas a cambiar precisamente en el proceso negociador o al morbo sobre el talante y la expresión verbal de unos y otros. La transparencia que realmente importa es la relativa al resultado final.

Lo que la gente necesita saber, y probablemente querrá saber, es qué es lo que se ha pactado. Todo lo que se ha pactado. Qué compromisos han adquirido los firmantes de cualquier pacto ( y digo lo de firmantes con intención: los acuerdos deben ser por escrito). Compromisos sobre programas que han de desarrollar los gobiernos resultantes de la negociación, y también compromisos de voto, apoyos mutuos y repartos de poder. Nada de promesas verbales, ni agendas ocultas ni cláusulas interpretables. Cosas claras, que se entiendan sin necesidad de explicarlas, puestas negro sobre blanco.

Luz y taquígrafos sobre los pactos que se hagan. Ésa es la transparencia a la que tenemos derecho los ciudadanos, no la que se están inventando algunos compañeros míos de profesión, que confunden aposta la discreción con la opacidad. Con algún éxito anecdótico, como ese que nos ha permitido ver a los líderes de varios partidos de una comunidad autónoma sentados en un banco público -de la plaza, no de las finanzas- en aparente diálogo sobre la investidura de uno de ellos. Al aire libre, abiertos a la gente (gente que, por supuesto, pasaba olímpicamente de su conciliábulo).

Vamos de la oscuridad antidemocrática al desnudo demagógico y superfluo.

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