Paraísos de papel

Fue una feliz equivocación la de llamarlos "paraísos fiscales", porque nos permite metáforas de ultratumba

Nunca me pongo a celebrar que le destapen a nadie un dinerito en algún paraíso fiscal. Me da miedo que hable por mí la envidia o el resentimiento. Esta vez es un poco distinto porque entre los pillados hay uno, Xavier Trias i Vidal de Llobatera, de los de España nos roba (pero no a ti, eh, pillín) y luego el impagable caso de Soros disparándose en el pie. El inquietante millonario es uno de los que dona dinero a los investigadores de evasiones fiscales, ea, tan políticamente correcto él, y le han trincado. Tirarse piedras contra su propio tejado, pero, en vez de piedras, monedas, tiradas, y tanto, contra sí mismo.

Quitando estas dos alegrías (alegorías) excepcionales, prefiero concentrar mis pequeñas fuerzas opinativas en la defensa de las cautivas clases medias. Si no hubiese infiernos fiscales, no habría necesidad de paraísos para los que pueden escabullirse, sean hipócritas o discretos, que ése es otro tema.

Hablando de "otro tema", permítanme un excurso teológico. Pasa con la fiscalidad lo que con el Más Allá, pero al revés: a fin de cuentas, el dinero es el mono de Dios. Con los impuestos, si no hubiese infiernos, no habría paraísos. Con la eternidad, si no hubiese Paraíso, no habría infierno, porque el Paraíso exige la existencia de un alma libre que decida entregarse por entero a Dios. El infierno no es más que la situación de un alma libre que decide negársele. La libertad que hace posible el Paraíso es la que, de rebote, permite el infierno y no puede negarse el infierno sin negar, en buena lógica, el Paraíso. Podrán negarse ambos, como detectó Baudelaire que hacían algunos, por la cuenta que les traía. En cambio, ahora se observa un movimiento extraño: gentes que niegan el Paraíso, pero no el infierno. Fíjense, porque es curioso.

Con los paraísos fiscales pasa lo mismo. Para cerrarlos, en buena lógica, no habría más que acabar con los infiernos fiscales y veríamos como se desvanecían en el aire los papeles del paraíso. También aquí tenemos algunos muy empeñados en que sólo existan infiernos fiscales.

La metáfora de ultratumba responde, como se sabe, a una mala traducción. En inglés se dice "Haven", puerto seguro para el dinero, pero alguien lo entendió "heaven", cielo, paraíso fiscal. La equivocación nos da más juego que la metáfora náutica, pero, además, no puede ser casual en un mundo que ha hecho del dinero su dios, con su puritanismo fiscal y todo.

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