HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Partidarios del progreso

Anteayer recordábamos un día más que la modernidad es una cosa distinta en cada instante histórico. Lo moderno no es la última ocurrencia de un extravagante, será moda, que, como diría Coco Chanel, es todo lo que pasa de moda. Con el progreso ocurre algo parecido y va muy cerca de la idea de modernidad. El que el hombre moderno hace unos 50.000 años ascendiera a especie con derechos divinos, todavía no sabemos cómo -los derechos humanos tardaron otros 50 milenios en proclamarse-, fue un milagroso progreso de la evolución del que aún no hemos retrocedido. La idea de progreso hasta tiempos históricos recientes iba unida a los avances técnicos. El cerebro humano crea sobre otras técnicas previas, no inventa de la nada, de modo que el progreso es una continuidad sin ruptura desde que el hombre existe. La humanidad ha retrocedido en bienes o se ha detenido temporalmente por grandes causas universales: periodos cálidos, glaciaciones, crisis de los transportes y el comercio, epidemias como la Peste Negra, pero la capacidad de su cerebro no ha mermado un ápice.

En el siglo XIX el Progreso se convirtió en una deidad, se escribía con mayúscula y se reverenció de tal manera que se le levantaron monumentos de inspiración pagana y se bautizaron empresas, sociedades, calles y plazas con su nombre. El progreso fue un valor moderno y burgués y, pronto, derivó hacia el liberalismo incontrolado, una modernidad creadora de riqueza y, según zonas, de gran pobreza. El liberalismo desembocó en el capitalismo, en la idea y en la palabra, porque capitalistas, salvajes o civilizadas, han sido todas las sociedades humanas desde que aparecieron hasta nuestros días o han dejado de cumplir con su función natural. El hombre gusta de las utopías como invención literaria; pero en la realidad pide sentido común, libertad para ordenar su vida bien o mal y leyes justas para resolver sus conflictos. Siempre pidió lo mismo.

La unión morganática de progresismo e izquierda y la libertina cama redonda de ambos con democracia, republicanismo, laicismo, marxismo, terrorismo nacionalista, nacionalismo independentista y demás errores, es aberración propia española de hace muy poco tiempo, históricamente hablando, y que ha tenido consecuencias funestas y aun trágicas, por lo que comporta de impedimento para pensar con orden. Aunque del siglo XVIII, izquierda y derecha, como identidad de partido político, no debe ser muy anterior al XX. Se usaba progresista y moderado, liberal y conservador; pero todos eran progresistas, es decir, partidarios del progreso, una tontería redundante porque el hombre, como especie, no está capacitado, aunque quisiera, para defender el retroceso. El que la izquierda aparente se haya apropiado 'progreso', connatural a la especie humana, hace naufragar las ideas de los indigentes y perezosos mentales.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios