Alto y claro
José Antonio Carrizosa
El desencanto
También hay una imaginería pasionista sin policromar. Menos frecuente, desligada de conceptos devocionales, con mayor función decorativa, este tipo de escultura suele estar relacionada con muebles litúrgicos que rara vez recibían el oro y el color en el acabado de sus superficies. Escenas o figuras aisladas pueden ocupar conjuntos como sillerías de coro o, como en el caso que nos ocupa, y con el que se concluye la serie de este año, cajoneras de sacristía.
En la segunda mitad del Quinientos en la iglesia de San Miguel se levanta una sacristía con una monumentalidad propia de una de las parroquias más ricas de todo el arzobispado sevillano. La estética renacentista y manierista de las formas arquitectónicas contrastan con las dos grandes cajoneras barrocas dispuestas de manera respectiva en sendos arcosolios laterales. Entre 1725 y 1727 trabajaron en ellas el ensamblador José de Santiago y el escultor Diego Roldán. El primero llevó a cabo en los remates de ambos muebles unas labores algo retardatarias, siguiendo modelos del siglo anterior, con uso de la columna salomónica y ornamentación de hoja vegetal carnosa, si bien ejecutadas con cuidada técnica y prolijo diseño. El punto de referencia parece que estuvo en las correspondientes cajoneras de la sacristía de Santo Domingo, talladas varias décadas antes. La composición general con una hornacina central a manera de pequeño retablo para las imágenes de cuerpo entero del Ecce Homo y la Dolorosa y la división en paneles por pilastras acabadas en cabezas angelicales se repite en San Miguel.
Roldán muestra con discretas dotes el efectismo y dinamismo propio de su época al plasmar a Cristo y la Virgen, destacando en el Ecce Homo el movimiento contrapuesto de cabeza y manos y en la Dolorosa su teatral expresión de dolor al abrir sus brazos, en un mudo diálogo de gestos.
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