ERA sólo cuestión de tiempo que, tras declararse socialdemócrata, la nueva izquierda se considerase también patriótica. De hecho, sólo ha necesitado unos días para dar el salto. En el fondo, no es extraño: esta nueva izquierda, que no es tan nueva y que a lo mejor tampoco es tan izquierda, no ha dudado un segundo en aportar el combustible necesario a las patrias chicas de los nacionalistas periféricos y ahora quiere demostrar que las patrias grandes de los nacionalistas centrípetos se le dan igual de bien. Late en el fondo de la maniobra la presunción de que sus acólitos pueden compartir los sentimientos más nobles de la derecha y no avergonzarse por ello, como si hubiese algo noble en el patriotismo. Y lo cierto es que la derecha ofrece un modelo eficaz: ahí tienen al ministro preocupado por la posibilidad de que un escándalo de abusos sexuales (bah, menudencias) salpique a la selección nacional y a un partido como Ciudadanos, que se promocionó como resistencia firme ante los desmanes totalitaristas de los nacionalistas catalanes pero ni ha sabido ni ha querido evitar su identificación con el nacionalismo hegemónico español (a UPyD le sucedió lo mismo y pasó lo que pasó: a los patriotas les gusta la unidad y para eso ya estaba el PP). España es un país de patriotas y de puteros y a esto, parece, hay que atenerse.

No obstante, los movimientos marxistas se han mostrado históricamente tanto o más patriotas que los guiados por inspiraciones raciales o nacionalcatolicistas. Ahora que todos somos socialdemócratas lo que tenemos es una versión descafeinada, pero también las Españas, de izquierdas y de derechas, del centro y de las afueras, han demostrado que a la hora de sacar banderas a la calle no les gana nadie. Y es que la conservación de tales valores medievales, tan profundamente reaccionarios y contrarios al más elemental criterio humanista, obedece a una utilidad fraudulenta: extienda usted la bandera que ya haremos nosotros lo que haya que hacer por debajo. Los intelectuales que antes de la Transición se cagaron en todas las patrias fueron tachados de apestados por todos los bandos exactamente por estos motivos, y lo han pagado en democracia a un precio más alto del que incluso dictaminó el franquismo. Los canallas contra los que advirtió Samuel Johnson no iban a permitir que su último refugio se les viniese abajo por la cara. Y así ha sido.

Cantaba Battiato en Up patriots to arms: "Las barricadas se alzan siempre por cuenta de la burguesía, que crea falsos mitos de progreso". Y a la izquierda le sienta fetén ser esta burguesía. Mano en el pecho.

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