La columna

Luisa Fernanda Cuéllar

Pedacito de patria

Después de la pitada que se dio al himno nacional en la final de la Copa del Rey, recordé una canción del compositor mexicano Agustín Lara, dedicada al puerto de Veracruz, en la que se refiere a él como "pedacito de patria que sabe sufrir y cantar". Y un himno, es una parte de la patria.

Las personas crean vínculos con el lugar en el que nacen, con su historia y con sus afectos. Esos vínculos, aunque se crea que pasan desapercibidos, forman una serie de emociones y de sentimientos que anidan dentro de cada uno. Afloran como un cosquilleo involuntario que reclama ser atendido, sobre todo, cuando estando en el extranjero, se ve ondear una bandera o se escucha el himno nacional, símbolos de la patria.

Cuando se está lejos, el recuerdo de la patria puede surgir con un aroma, un sabor, un color o cualquier cosa que se relacione con el arraigo, con aquello de donde hemos surgido, de donde hemos bebido y a lo que, irremediablemente nos sentimos atados.

La patria satisface también la necesidad de pertenecer a una tierra, a una cultura, a unos valores y a unas tradiciones que se transmiten de generación en generación. Todo ello, en su conjunto, forma parte de nuestra identidad y hasta de nuestra forma de ver la vida.

Da gusto ver la solemnidad con que en otros países se canta el himno nacional. Las personas se ponen de pie en señal de respeto. En algunos sitios, se coloca una mano sobre el pecho, a la altura del corazón, porque el corazón, aunque no lo parezca, juega un papel muy importante. Es ahí donde se siente el pellizco, ese algo inexplicable que resuena por dentro como un eco capaz de hacer vibrar las cuerdas más indiferentes..

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