PEDRO J. Ramírez dejó ayer de ser el director de El Mundo, periódico que fundó hace 25 años cuando lo echaron de Diario 16. Nadie podrá negarle, al margen de que haya provocado las mismas adhesiones que repulsas, que Pedro Jota es uno de los periodistas más importantes de este país. Yo me encuentro entre los primeros, en las adhesiones, porque tiene todas las cualidades que anhela un buen periodista: cultura, liderazgo, un inquebrantable deseo de búsqueda de la verdad, valentía, y una buena dosis de no mirar las consecuencias de contar las noticias tal y como se producen. Los grandes acontecimientos políticos y sociales, los grandes escándalos y corruptelas, han sido contados estos años por el periódico dirigido por Pedro Jota, resumen de lo mejor del periodismo de investigación en España. Pero lo que me interesa señalar no es el cese en sí del director, sino los motivos del mismo. Esa creo que es de verdad la mala noticia para la libertad de expresión en España. Ha sido destituido porque es molesto al poder. A todos los gobiernos dio un margen de confianza, hasta que dejaron de decir verdad o se endiosaron. Lo que le honra es que esa democión ha sido aplaudida -de forma contenida para disimular-, por PP, PSOE, sindicatos y la Zarzuela; de todos ha cantado sus vergüenzas, sus corruptelas, de las que el ciudadano de a pie está más que harto. Que del cuarto poder, políticos puedan quitar y poner peones, es muy preocupante y demuestra una más de las debilidades de nuestra democracia. ¿Por qué la sociedad civil traga con que una élite, sólo por intereses de poder, quiten y pongan jueces o periodistas? Ya está bien. Desde "las cuatro horas con Bárcenas", El Mundo perdió 18 millones de euros en publicidad institucional. Mariano descolgó el teléfono y el resto ya lo saben. Por fortuna, Pedro J. no está muerto.

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