La ciudad y los días
Carlos Colón
Ministra fan, oposición Bartolo
El lanzador de cuchillos
Sábado a media tarde, copa con amigos en una terraza. En esto llega una muchacha bajita, delgada, con apariencia infantil, pero pintada como una puerta y subida en unas plataformas imposibles. Va acompañada de un fotógrafo profesional. La chica entra en el bar, se apoya en la barra y empieza a hacer posturitas eróticas mientras el fotógrafo dispara y la peña que toma gin-tónics en las mesas se pregunta quién será la niña que entorna los ojos y menea con desparpajo el bullarengue. Picados por la curiosidad, le preguntamos quién es y nos dice que se llama Yasiris y que es una artista de latin urban con un montón de vídeos virales y hasta una colaboración con Juan Magán, uno de los jefazos del reguetón y la movida caribeña. Cuando se marcha, seguida por el cámara y un par de groupies, nos metemos en Youtube y allí está ella, la artista aniñada, (des)vestida con lencería poligonera, pidiéndole a un chulazo petado que le dé, que le dé, en un videoclip de escenografía pornokitsch, como de fiesta con putas en un narcobúnker de la Atunara.
Recuerdo que comenté algo viejuno y casposo sobre la sociedad hedonista e hipócrita que entre todos estamos construyendo. La que banaliza el sexo y cosifica a la mujer y después, cuando la mujer es tratada como un objeto, vierte un mar de lágrimas de cocodrilo. Dije que el reguetón es machista y el twerking un entretenimiento para pajilleros. Lo que es no saber de lo que hablas, porque al llegar a casa me topé en la red con un artículo que me ha hecho despertar. Su autora es Karen Santiago, una activista mexicana, a la que debo una comprensión completamente nueva -y luminosa- de un fenómeno que -lo confieso con rubor- se me escapaba. Gracias a ella, ahora sé que el perreo es un hecho político, transgresor y feminista. Que, si bien es cierto que parte de una mirada binaria de género y reitera y materializa la heteronorma, constituye también un espacio no-normado que debemos habitar para dinamitar la hegemonía heterosexual, a través del cuestionamiento de las restricciones del uso de los placeres y el cuerpo que, por supuesto, incluye las corporalidades subversivas sodomitas, gordxs y queer.
He experimentado una epifanía, una revelación (¡cómo entiendo ahora a Miguel Lorente!); por el camino de Karen he llegado a Fannie Sosa, una artista afro-sudaka que reivindica el twerk como estrategia anticolonial. Sí, amigos, el perreo es un símbolo de justicia social: si aún no lo sabéis, ya podéis empezar a mover el culo.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Carlos Colón
Ministra fan, oposición Bartolo
Confabulario
Manuel Gregorio González
Lo mollar
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Israel, la guerra permanente
En tránsito
Eduardo Jordá
Chihuahuas contra rottweilers
Lo último