Es difícil discernir. Más cuando se trata de detalles tan sutiles que dejan sin brillo a los demasiados personalismos que estamos viendo. Que si una tal Ana Julia Quezada, que si un tal eme punto Rajoy, o un tal Puigdemont. En su casa serán conocidos, si es que tienen familia, les siguen aguantando pero lo que es en el mundo de los mortales tienen pocas papeletas para ser de la partida porque nos ofrecen el lado oscuro de la naturaleza. La de la evolución humana con caretas de nazarenos. Sobre todo en días como el de hoy en el que el sacerdocio catequético es paradigma de vida: la entrega a los demás por el hecho de entregarse sin pedir nada a cambio de forma anónima. La forma de vida a los servicios de los demás. La solidaridad con mayúsculas. Actitudes que nos hacen dudar ante tanto formalismo. Duda, de especímenes evolucionados por si estamos ante un día de júbilo o ante las horas que anteceden a la última cena. Traidores hay demasiados. Eso sí, todos conocidos, pero aprovechados y ventajistas son la mayoría porque usan las banderas, las cruces y las túnicas como motivo de disputa. No es de recibo que en el año de nuestro señor sigamos otorgando bula papal a los símbolos. Demasiados hermanos mayores engominados. Exceso de testosterona debajo de los pasos. Derroche de postureo en las carreras oficiales. Enfrentamientos por las horas de palquillo. O celos por el orden de paso por la Catedral. Mientras que en México se levanta un muro para inmigrantes, en Barcelona se le abofetea a alguien por enseñar un bandera española o en Siria se siga asesinando niños. Igual que sucede en una de las calles anegadas por las lluvias del último mes, donde ene punto García pasa hambre cada noche y en el comedor del Salvador, el hijo de tres años de N.M.R. solo come caliente los viernes al mediodía. Los símbolos y los personalismos, si son de mentirijillas, para las cloacas. Es donde mejor recogida tienen.

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