Pifia del rector

En la universidad hay dos burbujas: una inflada cartera de carreras y un espacio hermético aislado del exterior

Como en el anuncio del buscador de seguros, al rector de la Universidad de Sevilla le ha tumbado un puño gigante al grito de ¡¡¡error!!! Se le ha visto el plumero cuando daba explicaciones forzadas sobre el papel de su institución en el caso del catedrático condenado a siete años de cárcel, por abusos sexuales a dos profesoras y una becaria. Primero ha pretendido que la conducta de sus antecesores fue "simétrica" entre verdugo y víctimas, y después ha calificado al acosador como "uno de los nuestros".

Lo primero es falso y lo segundo, lamentablemente cierto. El uso del pronombre posesivo recuerda una célebre frase del presidente norteamericano Franklin Roosevelt. Cuando en 1939 recibió en Washington con todos los honores, incluido un desfile militar, al dictador nicaragüense Anastasio Somoza, hubo muchas críticas, a las que respondió con altas dosis de cinismo: "Tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Esto es lo que probablemente subyace detrás de lo que parece una pifia del rector: un acto fallido.

Tras la denuncia por acoso sexual, las autoridades académicas dieron un trato distinguido al ahora condenado Santiago Romero: un año sabático. Un premio, a pesar de la protesta de un grupo nutrido de docentes. Y para demostrar que no lo quitaban de en medio, tuvo su parada militar: se le nombró director de un máster y coordinador del plan de estudios. Y mientras, las víctimas vieron truncadas sus carreras. De trato simétrico, nada, señor rector.

La Academia pasa por un annus horribilis. El rector de la Universidad Rey Juan Carlos ha plagiado de manera industrial, con un grupo profesional de negros, la mayor parte de su trabajo científico. Se ha resistido a dimitir y cuando lo ha hecho, ha abdicado en "uno de los suyos". Y con el beneplácito y ovación del claustro, ha decretado una mínima campaña electoral, para evitar espontáneos. (La catedrática Adela Muñoz ha retratado, con acierto, a la actual universidad española como una monarquía hereditaria, en la que el rector saliente coloca a su delfín. He aquí otro caso).

La autonomía universitaria ha creado dos clases de burbujas. Por un lado, una inflada cartera de carreras, en muchos casos para justificar una nómina de profesores ya existente, que genera miles de titulados sin salida profesional. Y por otro, un espacio hermético y aislado del exterior, impermeable a cualquier tipo de abuso científico o personal, en un ambiente de peligrosa impunidad. Una universidad así, endogámica y cerrada, aporta muy poco a la sociedad.

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