Planes para el verano

El verano visto como un gran ventanal de lecturas es el mejor refugio frente a las tormentas políticas, que se prevén intensas

En cuanto a expectativas políticas, pueden presentarse algunas tormentas. Por tanto, para que ese clima exterior no influya en la vida cotidiana de los próximos meses, convendría tener previsto algún refugio dónde "emboscarse". En años anteriores, parte del aliciente al preparar la maleta del periodo estival recaía en la selección de libros que se iban a leer. Incluso se convirtió en noticia periodística preguntar a los gobernantes los títulos que tenían reservados para sus días de descanso. Es posible que los políticos prepararan las respuestas convencidos de cuánto ayudaba una inteligente elección literaria a consolidar una buena imagen pública. Una vez, gracias a la recomendación de un presidente del Gobierno casi se agotó la edición de un libro. De esto no hace tanto tiempo, pero lo parece. Ya ese tipo de interrogatorio "culto" apenas se plantea en los medios, quizás por cautela y no poner en aprietos, o bien se sospecha que el entrevistado no lee libros, o, lo que puede ser peor: se trata de una información irrelevante.

De todas modos, aunque los consejos literarios estimulados desde los cargos oficiales hayan desaparecido, debería persistir la tradición que ve, en la llegada del verano, la ocasión para convertir una buena gama de libros en insustituibles compañeros de viaje. El verano visto así, como un gran ventanal de lecturas es el mejor refugio frente a posibles tormentas políticas estivales y, sobre todo, frente a las otoñales que se prevén intensas. Por eso, la serie de títulos elegidos debe ser ambiciosa: libros que inviten a la reflexión a la hora fresca de la mañana, alternando (como buenos cosmopolitas) cuestiones andaluzas, con españolas y europeas. La caída crepuscular de la tarde puede ser ideal para la poesía: no hay mejor forma de cultivar una sensibilidad que está en trance de desaparecer. Alternando poetas contemporáneos con algún clásico, para comprobar cómo transcurre el tiempo y cambian los gustos. Y, finalmente, la noche es propicia para imaginar, gracias a una buena novela, que es posible otra vida y que esa vida leída se disfruta tanto o más que la real. Para que ese ventanal de lecturas dé sabrosos frutos, hay que saber elegir. Primero, desconfiando de rutinarias listas de libros más vendidos. Después, atreviéndose y cultivando el propio olfato, junto a la complicidad del crítico fiable y del librero cercano. Llene, pues, de libros toda la maleta, lo demás es superfluo. Y tendrá argumentos para un otoño que se vaticina caliente.

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