Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Poderes fácticos

NADIE, con dos dedos de sentido común, puede oponerse a mantener limpia la naturaleza, a no contaminar el medio ambiente, a no envenenar el planeta en el que vivimos, por el momento, el único factible.

Nadie, a poca sensatez que atesore, puede estar en contra de cuidar y respetar a los animales, de velar por su integridad, de condenar cualquier crueldad cometida contra ellos. Son seres vivos, que sienten, padecen y sufren; no son conscientes de ello, pero su sensibilidad es la misma que la nuestra, su derecho a una vida digna: indiscutible.

Nadie, a poca persona que sea, a poca dignidad que tenga, a poco hombre -en su caso- que se considere, puede negar la imperiosa necesidad de alcanzar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres; nadie, en sus sanos cabales, puede discutir las tremendas barbaridades que muchas mujeres, a lo largo de la Historia y sólo por ser mujeres, han padecido; nadie, tampoco, puede negar que se ha avanzado mucho, pero no lo suficiente.

Lo descrito en el primer párrafo, en el segundo y en el tercero, creo que son realidades que a todos nos preocupan –cada una, en buena lógica, con la importancia y en el lugar que le corresponde-, situaciones que exigen soluciones, que merecen dedicación, empeño y constancia para ir reduciéndolas, hasta conseguir su derrota definitiva. Esto no es discutible. Pero, ¿quién, realmente, pone en el punto de mira de la opinión pública estas circunstancias, quién…. por qué y, sobre todo, para qué?

Por desgracia, no es el ánimo, sincero, de acabar con las injustas situaciones mencionadas, el responsable de que, hoy, estén estas en la primera página de los periódicos, en la cabecera de los informativos, o que inunden las redes sociales. Muy al contrario, tras la explosión que incita grandes movimientos sociales reclamando, justamente, terminar con tanto desafuero, se esconden espurios e inconfesables intereses: los de los ‘poderes fácticos’.

¿Quién nos gobierna?, ¿Quién, en realidad, impone el orden, o el desorden social en nuestro mundo, los movimientos macroeconómicos que enriquecen o condenan, las guerras, las grandes depresiones, las revueltas masivas generalizadas, quién decide, por ejemplo: ahora petróleo, ahora electricidad?, ¿La conciencia social…? ¡No!, ¿Los activistas…? ¡No!, ¿Las gentes de buena voluntad, que luchan por un mundo mejor…? ¡Tampoco! Son ‘manos’, siniestras y ocultas, que planifican, deciden y marcan el destino de todos… todos, menos ellos.

Los llamados ‘poderes fácticos’ -esta es la definición más acertada que he encontrado: “Actores estratégicos que actúan en la sociedad, con poder suficiente para alterar el orden público, impulsar o detener el desarrollo económico o, en general, afectar la marcha de la sociedad, ya sea porque poseen bienes de producción determinantes, mueven organizaciones de masas, tienen influencia sobre la maquinaria administrativa del Estado, manejan las armas, o poseen la capacidad de diseminar, con fuerza, ideas o informaciones sobre la sociedad”-, son los verdaderos ‘hacedores’ de casi todo lo que nos acontece. En sus manos; a través de Bancos especuladores, medios de ‘comunicación’, políticos del tres al cuarto, ambiciosos corruptos, trepas de todos los colores, ‘salvapatrias’ erigidos en profetas, mediocres de toda condición, ignorantes varios, advenedizos y oportunistas, analfabetos, incapaces y torpes, masas aborregadas, impersonales ‘listillos’, y una aterradora indiferencia generalizada; -en sus manos, decía- está casi todo, entre ello, la paranoia pseudo revolucionaria que, referida a las circunstancias descritas en los tres primeros párrafos de este artículo, estamos teniendo que soportar.

El manoseado y manipulado ‘cambio climático’, tal y como se nos está presentando, la demencial y aberrante ‘doctrina’ animalista, y el feminismo radical, esclavo de la misandria, y del todo excluyente; son tres barbaridades tan graves como las otras tres que se pretenden -y se deben- combatir. El dinero lo mueve, y lo puede -menos con la muerte- todo, créanme.

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