¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Objetivo Opus Dei
Su propio afán
Estamos partiendo en dos el pelo del protocolo, y yo el primero. ¿No hay asuntos más importantes que la metedura de Sánchez? Si nos abstraemos de los embustes, que sí son importantes cuando son soltados por nuestros hombres de Estado, claro que hay cosas más gordas. Por ejemplo, los presupuestos, que van de cesión en cesión hacia la aprobación final.
¿Por qué no hablamos apenas de ellos? Por un problema del relato, como dicen los cursis y (¡horror!) estoy perpetrando yo ahora mismo. Porque nos sabemos el final: que van a votar a favor de los presupuestos todos y cada uno de la extraña compaña de socialistas, nacionalistas, independentistas, populistas, republicanos y filoterroristas, todos juntos, en unión, defendiendo la bandera de tanta subvención. La política española es un spoiler.
¿Cómo va a votar que no cualquiera y que se le venga abajo Pedro Sánchez, siempre a su servicio? ¿Y cómo va a tener un arranque de dignidad Pedro Sánchez? ¿Y a cuento de qué va a convocar elecciones este hombre? ¿Y quién le va a toser en el PSOE si todos tienen el pecho cogido?
Así las cosas, si hay que defender a Maduro en Europa se le defiende, como ha hecho Borrell, hombre sorprendente. Y veremos cosas que nos helarían la sangre, si nos quedase, que, con las diversas subidas de impuestos para pagar las cuotas de la multi hipoteca del PSOE, no sé si tendremos en qué helarnos.
Ahora todos echan un poker para ver qué sacan (y a quién sacan -de la trena-), pero hay poco vértigo porque la baraja no la van romper, estando como estamos. No se jugará mucho de farol: todos están a dos velas, y se necesitan. Aunque en el fondo se desprecien o se odien, peor es la derecha o las derechas (Rivera, Casado, Abascal) y no van a jugar con fuego ni de broma, mucho menos cuando ellos ya están quemando a gusto la división de poderes.
La ministra Delgado, de Justicia, pedía que pasáramos página de sus conversaciones con Villarejo (al que -dixit- no conocía de nada). Es bastante difícil porque el Parlamento y la alta política están en la práctica desprestigiadas y todo es cambalache. No nos queda tema más elevado de discusión política que los cotilleos de café, los escándalos gubernamentales a cada rato y un tufo de cloacas del Estado. A fin de cuentas, lo de las cuentas públicas (que cuadran el círculo vicioso de mucho más gasto y reducir la inflación, aseguran) y lo del chantaje nacionalista es peor.
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