Voy a escribir una columna de política ficción, no por frivolidad, sino por impotencia. Por los enfermos, sólo puedo rezar. Por los sanitarios, mandarles ánimos. Por las fuerzas armadas y la policía, rendirles un homenaje lejano. Me concentraré en mi trabajo de analista.

Como decíamos ayer, Pedro Sánchez tiene poca salida de esta crisis, tanto por su falta de previsión como por el desastre de gestión. A lo que hay que sumar su deslegitimadora renuencia a reconocer sus errores. Y, sobre todo, la vasta complejidad de un futuro con tantos problemas que no va le va a dejar el margen para la demagogia y la utopía, que es donde él se mueve a gusto.

¿Le queda alguna posibilidad de supervivencia política? Sí, si encuentra un chivo expiatorio con el que aplacar la furia que se le viene encima. Que el experto científico Fernando Simón, que no ha dado una, no haya sido cesado ya, sólo tiene una explicación: lo están reservando para cuando la exigencia de responsabilidades sea tan grande que algo haya que hacer. Que Simón no vea venir su sacrificio, tan evidente, no me extraña, porque no ha visto venir nada de nada.

Sin embargo, la despeinada cabeza de Simón no será suficiente. ¿Quiere esto decir que Sánchez está perdido? Cuidado: hablamos del autor del Manual de resistencia; y le queda una opción maquiavélica. Romper con Iglesias y convertirlo en la coleta expiatoria. Eso, aunque egoísta y maniqueo, calmaría bastante a la opinión pública. Ya estuvo a punto de pasar en el consejo de ministros que aprobó el Decreto de alarma. Ahora sería un tres por uno, porque así, aprovechando la crisis, Sánchez se acogería a las reiteradas ofertas de apoyo de Casado, de Arrimadas y hasta de Abascal, dándoles el abrazo del oso, incluyéndolos en su Gobierno o en su gestión, y dificultándoles a efectos prácticos la exigencia de responsabilidades y la crítica a Su Persona.

Este artículo es de política ficción porque cortarse la coleta le iba a costar mucho a él, que presume de progresismo a toda costa. Pero el progresismo ha sido infectado por el coronavirus, por un lado; y, por el otro, Iglesias, que no tiene un pelo de tonto, también estará haciendo sus planes de supervivencia por su cuenta. No descarten que Redondo imponga un giro de 180ª en La Moncloa. Yo, de la oposición, iba preparando un argumentario para zafarse de ese abrazo del oso o, al menos, unas exigencias políticas muy claritas.

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