Alberto Núñez / Seoane

Políticos, dignidad y dimisión

Tierra de nadie

Por aquello de estar en el escaparate que ellos mismos eligieron, por aquello de regir la "cosa" pública, por aquello de administrar los dineros de todos, por aquello de ser responsables -voluntarios- del bienestar de los ciudadanos; los políticos, esas personas que, según el diccionario, debieran practicar "el arte referente al gobierno de los Estados, Autonomías, ayuntamientos, etcý", eligen, las más de las ocasiones, apuntarse a otra de las acepciones que, también, recoge el diccionario: "habilidad para tratar con las gentes". El resultado es que las secuelas de la gestión, en demasiadas ocasiones, suma un compendio de bochornosas inconsecuencias de las que se colige un evidente e inmerecido perjuicio para el ciudadano.

Es en los períodos preelectorales, cuando el contraste entre lo que debiera ser y lo que es, se muestra más demoledor. En estas fechas, el pánico a perder las prebendas que el poder les proporciona, saca a relucir, con meridiana claridad, la bajeza de muchos, la desmedida ambición de otros, el egoísmo crónico de los mas, el desprecio por los ideales que dicen defender, de la mayoría; o la sensatez de los menos. El panorama es, sencillamente, desolador.

Tengo que referirme, porque son los que ahora están en el poder, a varios miembros del PSOE que forman el Gobierno que nos ha tocado sufrir durante los penosos últimos cuatro años. Integrantes de ese "Gobierno de España", que ahora intentan vender a la desesperada, a base de millonarios dispendios publicitarios a costa del erario público; que muestran, con prístina claridad, la incoherencia que jamás debería "adornar" los defectos de un ciudadano que asume la responsabilidad de gobernar a sus paisanos.

Como muestra voy a ponerles tres escalofriantes ejemplos y lo voy a hacer comenzando por la impresentable "Maleni", la titular del Ministerio de Fomento. Esta señora, de curiosas "aficiones", como encargar 444 billetes, "oficiales", de avión a la compañía AVIACO, en sus tiempos de Consejera de Economía de la Junta de Andalucía, responsable de la desastrosa planificación, de los bochornosos incumplimientos, de las vergonzantes chapuzas de los proyectos del AVE, de los transportes en Cataluña, de muchos de los aeropuertos más importantes del país, o de las mortales carencias de la red viaria española; lejos de asumir su incompetencia integral, avasalla con memeces, acepta medallas de pesebreros y responde con pasmosa desvergüenza a las airadas críticas de la gran mayoría.

Si tuviese la dignidad que se le supone a un alto funcionario, la única respuesta razonable a su nefanda gestión, debiera haber sido su dimisión.

Continúo con D. José Caldera, a la sazón, para "inri" de millones de españoles y cientos de miles de inmigrantes, ministro de Trabajo. Este grandísimo inútil, cuenta en su "haber", tras cuatro años de meteduras de pata, con un apabullante incremento del paro, hemos recuperado las cifras de 1992, hasta un nivel que nos sitúa entre los países más indecentemente cutres de occidente. Su otro clamoroso "triunfo", ha sido abrir las aduanas españolas a miles y miles de indocumentados que se encuentran sin la más mínima esperanza de poder conseguir un trabajo digno para poder subsistir y progresar. El "efecto llamada" de su política, propia de Pepe Gotera, cargada de improvisación, saturada de vana demagogia y carente de una legislación seria y adecuada al tremendo problema que supone la inmigración; no se puede llamar "solidaridad", porque no lo es, lo que si es, es una chapuza, vejatoria sobre todo para los propios inmigrantes. Con estos haberes, ¿cómo puede permitirse la vice-presidenta del Gobierno decir que los alemanes le preguntan que hace el ministro para conseguir tan buenos resultados?, ¡de chiste!

Si el ministro Caldera contase con la dignidad que su cargo exige, su opción exclusiva habría sido la dimisión.

D. Pedro Solbes, responsable de las finanzas del Estado, es el tercero de los nefastos y, échense a temblar porque se les va a poner "la carne de punta y los pelos de gallina" -como decía mi hija Sofía, de pequeñita-: la inflación, por las nubes; el poder adquisitivo, por los suelos; la balanza financiera del Estado, en paños menores; la Seguridad Social, otra vez cerca de la quiebra; el crecimiento de la economía, casi estancado; los que deciden, no cuentan con nosotros para nada; las hipotecas, inalcanzables; los sueldos, impresentablesý Y, encima, no se corta un pelo y dice que "sabe gestionar mejor las crisis que su oponente en la oposición, el señor Pizarro. ¿No será que lo que Solbes sabe hacer bien es generar, no manejar, las crisis?

Si atesorase un mínimo de dignidad, su alternativa no hubiese sido otra que la dimisión.

Podría añadir a esta lista a la ministra Narbona, la del agua y la caza, o al "genial" Moratinos, el de Venezuela, Marruecos o Cuba; pero les dije que sólo les iba a poner tres ejemplos, así que, ¡para otra ocasión!

Si los políticos fuesen cabales, quisieran y supieran conjugar el verbo "dimitir", su dignidad estaría a salvo, y nuestro futuro también. Pero asíý ¡aquí no hay quien viva!

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