Estoy tan harta de la lluvia que el ánimo se me está apulgarando. Tanto desembalse, tanta crecida de caudal amenazante, tanto río desbordado, me tienen achicada. Hemos sido educados y concienciados para la sequía, para cerrar los grifos antes de abrirlos pero no para vivir en remojo perpetuo. Acepto mejor los cortes de agua que las inundaciones.

Cuando veo a los políticos de todo signo desembarcar, con sus botas de agua nuevas, en las zonas inundadas pienso en lo difícil que tiene que ser sostenerle la mirada a la gente que lo ha perdido casi todo y decirles algo que no suponga una falta de respeto.

No entiendo como no se ha ideado mediante una obra de ingeniería, un trasvase o un desembalse ordenado de los pantanos, que evite que los ríos se desborden de manera incontrolada causando tantos daños.

En las obras civiles públicas hay modas y esas modas siempre se justifican por una supuesta necesidad que, igual que aparece, desaparece. Que yo recuerde han estado de moda las carreteras ecológicas, las vías verdes, los adoquinados, los carril-bus, los carril-bici, los tranvías que están ahora en auge, pero no ha habido ninguna obra que evite las inundaciones.

Nos dicen que muchas casas están construidas ilegalmente y que por eso están condenadas a sufrir inundaciones pero, ¿Y las carreteras o las vías del tren… también están construidas ilegalmente?

Lo peor de todo es que después de soportar un invierno como este, dentro de nada nos dirán que en los embalses apenas hay agua porque parte se evapora, se pierde, se desembalsa y otras milongas por el estilo.

Cuando un día tras otro hemos sido noticia en los informativos nacionales y se han visto las imágenes de las inundaciones, muchos decían que se estaba dando una visión de Jerez que no era real. Que se lo digan a los vecinos de El Portal, Las Pachecas, etc., a cualquiera menos a los políticos a los que el agua nunca les cala.