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Populismo financiero

En un entorno de crisis con la inflación disparada, soy escéptico ante las llamadas a la bajada masiva de impuestos

La voracidad de la administración tributaria para perseguir las rentas de los sufridos ciudadanos ha llegado al extremo de minusvalorar la función de los tributos como principal sostén de los recursos públicos, que después redundarán en los servicios que disfrutamos, para abrazar sin más esa teoría que circula ya por todos lados, y que tiene a la presidenta Ayuso como principal valedora, según lo cual pagar pocos impuestos es el camino más corto para alcanzar ese paraíso de libertad y progreso que al parecer disfrutan, sin excepción, sus envidiados vecinos de la comunidad autónoma de Madrid.

La otra mañana, en el Foro Joly celebrado en el mítico hotel Palace con éxito sobresaliente de público y crítica (pelotazo gordo, que dirían mis amigos capillitas de Cádiz), nuestro presidente Juanma soltó amarras desde su criticada posición de gobernante socialdemócrata con corbata, para adentrase en las procelosas aguas de ese neoliberalismo que triunfa en los salones enmoquetados de la capital y cuya sobredosis de euforia su ilustre presentador Feijóo trata de aplacar como puede. Sobre la letra de unas propuestas tan lógicas como anunciadas (estoy bastante de acuerdo con la supresión del muy ideológico Impuesto del Patrimonio y la deflactación del IRPF para las rentas más bajas), lo verdaderamente relevante de la otra mañana andaluza en Madrid fue la música de esa nueva forma de abordar la fiscalidad en un territorio tan distinto, por situación, renta y recursos. Por encima del esperado posicionamiento contrario de la oposición, es indudable que la jugada de Moreno, escenificada en el mejor sitio posible, marca un punto de distancia con lo que se ha venido haciendo hasta ahora en Andalucía e interpela a otras comunidades, incluso de gobernanza socialista, a posicionarse en el complejo debate sobre la relación entre la fiscalidad y el nivel de los servicios públicos.

En un entorno de crisis con la inflación disparada, soy escéptico ante las llamadas a la bajada masiva de impuestos. Ni un impuesto extraordinario a las energéticas en determinadas circunstancias es de por sí contrario a ninguna forma de libertad, ni decretarlo te convierte en el Robin Hood de los pobres contra los malvados ricos. En esto, como en todo, falta mesura y sobra teatro, que es, en definitiva, lo que diferencia a un sistema tributario justo de un simple ejercicio de populismo financiero.

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