La noche última del año es todavía más absurda que la de la Nochebuena. Por narices hay que comer de manera exagerada; no te puedes acostar pronto porque, también por narices, hay que esperar a las uvas. Si tienes niños adolescentes debes pelearte con ellos por la hora de llegada, por la ropita que ha de ponerse la niña - a veces lo de menos que hay es ropa -, por lo que van a beber, por con quién van a salir, por… todo lo que ustedes ya saben. Y mientras, tú mirando la hora para saber cuánto falta para las campanadas. Y, ahí quería yo llegar. No me acuerdo la cadena que era - otra de las características de esa noche es la cantidad de veces que le das al mando buscando algo que no sea Puerta del Sol, los presentadores diciendo tonterías y los trajecitos de los presentadores que dicen tonterías -; pero en una de esas cadenas, la presentadora de turno nos dio un mitin reivindicativo del feminismo reinante, hizo mención a que las mujeres tenían derecho a salir solas, a hacer deporte solas, a…, vaya que estaba inventando el hilo negro y diciendo cosas nuevas en Nochevieja; además se había preparado bien el discurso y hasta le ponía énfasis y pasión. La buena señorita - lo de buena es por lo que decía, que ahora puedes meter la pata por lo que creen que dices y buscarte un lío - tras el apasionado mensaje sobre las mujeres y su reivindicación, totalmente justa, vive Dios, se quita el abrigo que la cubría y se queda en un minúsculo bikini de flores. ¡Ole los mítines creíbles en contra de las mujeres objeto! Después de eso vinieron las uvas, los deseos entusiastas, los besos… y la continuación del tira y afloja con tu hija sobre la ropita que estaba preparando para irse a la calle. Tú, mientras, te acordabas de la señorita del mitin y de los saltos de esquí del día siguiente.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios