Algunas conmemoraciones institucionales tienen nombres que son galimatías verbales y conceptuales, además de largos. La de estos días, por ejemplo: Semana de Solidaridad con los Pueblos que Luchan contra el Racismo y la Discriminación Racial. Para digerir todo esto hace falta una semana por lo menos, como su mismo nombre indica. Primero está la solidaridad, un sentimiento pasajero que sólo podemos sentir con gente cercana y en las mismas circunstancias de peligro, o cualquier otro sufrimiento, que nosotros. No existe la solidaridad abstracta, por más que la expresión haya hecho fortuna para evitar otras: caridad, compasión o misericordia. En segundo lugar vienen los pueblos, otro concepto ambiguo que igual sirve para designar a los habitantes de una población (el pueblo de Villacañas), de un territorio con fronteras y aspiraciones de independencia (el pueblo gibraltareño) o de una nación indiscutible (el pueblo judío).

El racismo y la discriminación racial son ideas más claras, menos para el racista, pero la lucha contra ellos debe ser puesta en entredicho, pues todos los pueblos del mundo dicen estar luchando contra el racismo de otras etnias (razas no hay más que tres) que les impiden imponer el suyo. No hay sino echar un vistazo al mapa de los Balcanes o reparar en nuestros compatriotas vascos independentistas. Las verdaderas naciones que no son racistas es porque no tienen con quién serlo. Así ha pasado con España hasta hace poco tiempo, mientras todos fuimos españoles de cultura cristiana. Ahora no está claro. A pesar de la buena voluntad y de las predicaciones, la aversión hacia otras etnias es natural, y no adquirida, cuando hay competencia. En los países más avanzados y cultos el racismo es raro, o está reprimido, o hay leyes muy duras para con él. Raro es el país que no cuenta con una minoría lo suficientemente amplia para ejercitar la discriminación racial.

Hay una curiosidad: los negros, objeto claro de racismo en todas las épocas y en muchos países, son también racistas entre ellos, cuando lo eficaz sería que se aliaran todos los hermanos de la raza negra para luchar contra los blancos o los amarillos, según les convenga. Son los más pobres de África, los más atrasados y primitivos en vastos territorios mal administrados y con fronteras arbitrarias, razón por la que deberían estar unidos. No es así. Antes se alían con un inglés o con un chino que con su vecino de aldea, al que matan en cuanto pueden. En Europa están encantados porque los negros de diferentes etnias y los moros viven separados y tampoco quieren vivir en barrios de mayoría gitana. Tienen su orgullo aristocrático. La campaña debía intensificarse en África. En Europa no hace tanta falta, de momento. Es cuestión de no mucho tiempo el que se haga necesaria.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios