Desde la ciudad olvidada

José Manuel / Moreno / Arana

La Puerta del Arroyo

OTRA inapreciable huella del pasado, otro rincón maldito. Una vez más, un vestigio lleno de historia rodeado de degradación y víctima de la indiferencia. No estamos ante un simple arco. Hablamos de una puerta abierta en la muralla, la única de entidad que nos ha quedado de todas las que tuvimos. Tan olvidada está que en ocasiones ni se recuerda su nombre y se confunde con la desaparecida Puerta de Rota, aledaña a San Mateo.

Un arroyo sucio e insalubre dio nombre a la puerta y a la plaza próxima. Nacido cerca del Carmen, traspasaba la muralla a través del conocido como Caño de la Villa, junto al cual se decidió en 1520 abrir un primer arco para facilitar las comunicaciones de la ciudad con El Puerto y Sanlúcar. A partir de 1588 sufre una ampliación que coincidirá con el soterramiento definitivo del arroyo. Una inscripción sobre el propio monumento así lo atestigua. Una segunda placa informa de una reforma en 1765, que es la que le daría su configuración actual. La pequeña capilla que se adosa intramuros es también del XVIII, en concreto de 1719. La enraizada religiosidad de los jerezanos hizo colocar imágenes en estos postigos y aquí fue una pintura de la Virgen de la Antigua, seguramente copia de la gótica que se venera en la catedral de Sevilla y cuya devoción se extendió por todo ese viejo arzobispado hispalense al que perteneció Jerez. Hace mucho que se perdió el rastro de la pintura. La capilla permanece cerrada pese a la restauración, un tanto agresiva, que sufrió todo el conjunto hace no tantos años y que lo aisló de construcciones anejas y dejó desnudos los frágiles lienzos de la muralla. Al lado, sólo quedan ya derrumbes, un antiestético aparcamiento y esa gran mole que es la bodega Tío Pepe, un edificio moderno tan meritorio como mal ubicado. Un lugar inhóspito, otro renacer utópico.

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