La semana pasada y como si de un mal sueño se tratara, en la madrugada del domingo al lunes nos partía en dos la fatal notica que nos comunicaba Ramón -tu marido- en la amarga noche, larga y triste de transiciones improvisadas y sin luz, sin mediar más coreografía que la propia del relato inesperado de tu fallecimiento injusto y desafortunado.

La muerte siempre llega a destiempo y en tu caso más aún. Tan cerca tantos años querida vecina, jamás podíamos pensar este desenlace. Sin previo aviso, traicionera “la parca” actuó de noche, en silencio y sin opción alguna vino por ti y te llevó con ella. Dejas dos hijos maravillosos y fuertes que mostraron una excepcional valentía ante el derrumbe de perderte, propio de la educación y los valores que le habéis inculcado. Carla junto a tu marido tuvo que lidiar con el más desagradable de los momentos y vivencias que puede vivir una personas pero los que estuvimos allí con ella, con tu marido y contigo pudimos observar el amor que te tiene y lo orgullosa que estará toda su vida de haber estado ahí contigo sin despegarse hasta que llegó el momento de hacerlo.

“Vente a nuestra casa Carla y descansa un rato”, le dijimos, a lo que ella respondió: “ No, gracias, quiero estar junto a mi madre”. Qué hermoso recuerdo, Carla, tendrás toda tu vida de haber tomado esa decisión en un momento tan difícil y qué orgullosa estarás Myriam al igual que lo estarás de José Ramón tu otro hijo que le pilló fuera de Jerez por motivos de estudios. Tuvo que viajar urgente para Jerez mostrando después del lógico derrumbe esa misma entereza y educación que su hermana propio de quien recibe lo mejor de sus padres.

Querida Myrian, ha dolido tu partida por lo fortuita que llegó tu ausencia, pero no hay otra mejor forma de homenajearte que recordarte con tu alegría y simpatía. Gracias por tantas veces que nos atendiste, nos echaste una mano siempre como buena vecina de planta. ¿Recuerdas el día que estaba intentando meter un sofá en el ascensor de la izquierda y no cabía del todo? Yo ahí dando vueltas a la situación y tu abriste la puerta de tu casa y me dijiste: “Hola, Juan, prueba con el ascensor de la derecha que tiene unos centímetros más y verás como entra”. Y así fue… Nos reímos un poquito con esta anécdota, con estas cosas pequeñas pero tan necesarias y a la vez tan humanas que llenan el alma de buenos recuerdos.

Hasta siempre, Myrian, nos dejas un vacío y a la vez la alegría de haberte conocido y haber compartido tantos años construyendo nuestras familias. Vete tranquila y muy orgullosa de la familia que dejas, de tus dos hijos maravillosos. Camina en la vida eterna y cuídanos desde arriba a los que nos quedamos un ratito más en esta de aquí abajo. Vete con la merecida sensación del deber cumplido. Hoy más que nunca querida Myriam… “Y vaya usté con Dios”

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