Tengo un lector. Uno que me conste fehacientemente, quiero decir. Es un amigo de un amigo y le hace observaciones muy pertinentes sobre mis artículos. Muy pertinentes y puntuales, porque no falla ni un día. Desde aquí le saludo.

El otro día no me mandó un saludo, sino un aviso. «Dile a tu amigo que está escribiendo para gente con 5º de Derecho terminado con sobresaliente». He tomado nota ipso facto.

Dice Luis Solano, el editor de «El asteroide», una de las editoriales más fiables y atractivas de España, que él publica pensando en un lector «sofisticado y culto». Le agradezco el piropo por la parte proporcional que me toque como lector de sus libros, pero no es mi caso como columnista. Yo escribo para un lector curioso y honesto. Así que si mi lector puntual siente que estoy escribiendo para empollones jurisconsultos no puedo más que excusarme. En tres sentidos, además.

Primero, naturalmente, echando la culpa a otros, como pide la naturaleza humana. A veces para seguir la política española y sus tácticas y jugadas tiene uno que meterse de boca en un laberinto lleno de recovecos y trampantojos. Lógico que el hilo del columnista se le minotaure un poco. «La confusión está clarísima», se concluye, como Les Luthiers. Por otra parte, la democracia española está sometida a enormes tensiones estructurales y conceptuales. Tratar de defenderla te exige recordar los principios básicos del Derecho Político. Como advertía un lúcido Luri: «El dios de la democracia tiene más místicos que teólogos». Uno, para compensar, tiene que ponerse a veces un tanto escolástico.

Luego está mi culpa, mi grandísima etc. Con prisas, todo es cultiparla y jerigonza. Blaise Pascal se excusó una vez: «He hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta». La extensión de todos estos artículos tiene que ser idéntica, pero el lío es mayor si he tenido que escribirlo corriendo.

Y así llego a lo que importa, que es la tercera petición de excusas, más allá de coartadas y motivos. Lo último que quisiera es que alguien considerase que le faltan estudios o lecturas para seguir una columna mía. Yo soy el que tiene que escribir aquí transparente y hasta iluminando los intríngulis. Ya sé que ustedes me perdonan cuando no llego a ese objetivo, y yo se lo agradezco; pero jamás me perdonaría que ustedes se me culpasen, encima que aquí están, leyéndome, hasta el final, además.

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