Alberto Núñez / Seoane

Racismo

Tierra de nadie

En los tiempos que corren, porque no podemos decir que anden; en el tipo de sociedad en el que nos ha tocado vivir: avanzada, progresista y civilizada, aunque muchas veces ni lo parezca ni lo sea; en la zona del planeta en la que, de casualidad nacimos y, por necesidad o convicción, vivimos: el mundo desarrollado; nadie, por fortuna -¡y ya iba siendo hora!, consiente que a nadie se le discrimine por cuestión de raza. Quiero decir que; salvo las excepciones de grupúsculos nazis, células fascistas o imbéciles aborregados; el racismo ni se consiente, ni se admite. Esto; aparte del sentido común, la objetividad y la justicia; es lo que dicta la Ley, que la mayoría nos hemos dado.

La cuestión es que el racismo no consiste, solamente, en discriminar a un negro por el color de su piel, o a un judío por su religión. Racista es todo aquel que asume una actitud intransigente y exclusivista, discriminando a una persona por su raza, sí, pero también por su condición social, política, sexual, religiosa o de género; y, es aquí a donde quería llegar. Vivimos en el siglo XXI, en un país europeo, España, que ocupa un lugar entre los diez más ricos y desarrollados del planeta. La actual legislatura, al igual que la anterior, la gobierna un partido socialista, supuestamente compuesto por personas con un carácter progresista y liberal, con el poder democrático suficiente como para proponer las leyes que fuesen necesarias para erradicar por completo cualquier atisbo racista de nuestra sociedad.

Quiero decir que, en teoría, se dan todas las condiciones idóneas para que en España el racismo, en todas sus acepciones, estuviese desterrado de nuestra vida cotidiana, aunque fuese inevitable que quedasen los miserables de rigor empeñados en continuar viviendo en la Edad Media o en las plantaciones de algodón de Missisipi antes que Lincoln enterrase para siempre la esclavitud; y, sin embargo, una de las más injustas y dolorosas de las manifestaciones racistas sigue vigente, para escarnio de todos, en nuestra sociedad: la discriminación laboral de la mujer.

Me resulta inconcebible, por ejemplo, que el sueldo de dos personas con la misma experiencia laboral, los mismos conocimientos, la misma edad, la misma responsabilidad y las mismas condiciones familiares; varíe en un quince por ciento dependiendo si se trata de una mujer o de un hombre. ¡Ojo!, son datos de Consejería de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía, nada me invento.

No creo que la solución esté en las cuotas impuestas. Me parece una estupidez, torpe y mema, que se obligue a las Administraciones o a las empresas a tener el mismo número de hombres y mujeres en sus órganos directivos, ejecutivas o consejos de administración. Creo, sin lugar a dudas, que los puestos de responsabilidad los deben ocupar aquellos que estén mejor preparados para ello, igual da negras que musulmanes, blancas que gitanos, o payas que cristianos. Lo que importa es la capacidad, la honestidad y la voluntad, el resto son milongas.

De la discriminación 'positiva', ni les digo, porque si estúpido era lo anterior, esto me parece ofensivo; por paternalista, incongruente y arbitrario; para la mujer, puesto que no se valoraría su capacidad para hacer las cosas igual o mejor que un hombre, sino que se le colocaría en tal o cual puesto por el mero hecho de pertenecer al sexo femenino.

Todo es mucho más fácil que eso, más fácil que absurdas imposiciones o la aplicación de reglas gilipollescas. Sólo hace falta justicia y un poco de sentido común, ¡ni más ni menos!

A las personas hay que medirlas por sus principios, su voluntad, sus talentos, su congruencia y su capacidad para el esfuerzo y la aplicación de esos conocimientos en beneficio de la mayoría. ¿Cómo se puede permitir, a estas alturas de la película, que una mujer tenga que demostrar que es mejor que un hombre parra ocupar el puesto al que ambos aspiran?, ¿qué sistema de mierda, pretende regular nuestra convivencia, cuando se anteponen los testículos al cerebro o el corazón?, ¿de que podemos presumir cuando se obliga a una mujer a cobrar menos que un hombre, cuando ambos realizan el mismo trabajo?

Encontrarnos cada día -aquí en esta España de Europa y olé, dónde no se extirpan clítoris, creo- con esta inconcebible realidad, resulta tan sangrante, tan injusto y tan ofensivo para la mujer y para los que la conocemos, la queremos y la respetamos como igual, que ganas dan de liarse a extirpar los 'colgajos' de todos los incapaces que siguen permitiendo esta odiosa modalidad de racismo en nuestra tierra, hoy.

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