Su propio afán

Enrique García-Máiquez

Rajoy, matador

LA biografía no autorizada de Mariano Rajoy podría titularse Killer y tener como hilo conductor todas las víctimas que el hombre haya ido dejando en su camino desde chiquitito hasta el balcón de Génova. No he seguido minuciosamente sus andanzas, pero los expertos coinciden en señalar como, a su alrededor, sin que parezca que el artista ha hecho el menor movimiento, han ido apareciendo todos los cadáveres de los que osaron enfrentarse a él, ya fuese dentro del partido o desde la rivalidad política.

Para compensar el anglicismo del título de la biografía, la cubierta del libro podría ser un torero recibiendo, porque si hasta ahora nos hemos reído mucho con que la suerte taurina propia de don Mariano era la de don Tancredo, llegó el momento de asumir que nos equivocamos. Verdad que no se mueve, pero porque mata mediante la suerte de recibir, dejando que el impulso del astado (o, mejor dicho, del hastiado) haga el trabajo de hincarse solo la espada.

Empecé a verlo con Artur Mas, al que desbarató psicológica y políticamente sin mover un músculo. Y ahora es interesante como espera, inmóvil, a Albert Rivera y a Pedro Sánchez. Ha conseguido ganarles los terrenos de la opinión pública y de la publicada y parece que si no cuaja un gobierno será responsabilidad de ellos. Como eso lo ha conseguido sin pestañear, ambos, nerviosos, escarban la tierra, y se la escarban los suyos, por debajo. Ya se producen movimientos e inquietudes dentro de las aficiones de cada uno de ellos.

Mientras Rivera no se arranca, Rajoy juega a ignorarlo sistemáticamente recalcando la irrelevancia de sus escaños. Le interesa más pactar con el PSOE, 1) por la aritmética; 2) para ningunear a su rival por el centro; y 3) para sacar a Pedro Sánchez de las tablas, donde tiene querencia a encerrarse. Si ellos no se ponen nerviosos, ya les pondrán nerviosos los miembros de sus ejecutivas y la imperturbabilidad asesina de Rajoy.

Voy a observar todo el proceso sin pestañear porque Mariano parece que no se mueve, pero en algún momento, casi imperceptible al ojo humano, va a dar el golpe definitivo. Por lo pronto, ya tienen toda la presión mediática y política de forjar el nuevo gobierno los que no ganaron las elecciones. Y los irá cercando, apretando, asfixiando, enervando hasta que, sin que sepamos cómo, aparezcan una mañana tendidos sin vida (política) al lado de un impertérrito y pétreo Rajoy somnoliento.

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