Paloma San Basilio

Rebelde con causa

14 de abril 2020 - 05:00

YA no soy una niña, lo digo porque el siete está encima de mi cabeza como un vampiro y eso que es un número mágico. Me encanta que me cuiden, que me mimen y me digan lo valiosa que soy, aunque me cueste creérmelo salvo para mi familia y amigos.

No entiendo muy bien el término cuidado-reclusión. Por supuesto que voy con mascarillas, guantes y gafas de bucear desde hace más de un mes, cosa que nuestros dirigentes no hacen. No quiero contagiar a nadie aunque la bolita peluda no muestra por ahora ninguna afición por mis mucosas. Pero tampoco quiero a estas alturas de mi vida que me secuestren, me vigilen, me castiguen como en el peor simulacro de colegio de monjas de mi infancia. ¿Donde está mi libertad? ¿Donde mi capacidad adulta de morirme cuando me plazca y sin pedir permiso? En un país donde por supuesto la eutanasia está prohibida, nadie nos pide permiso para nacer pero tampoco nos dan libertad para morir, les ha entrado de pronto a las autoridades un furor proteccionista y confinatorio de dudoso contenido legal.

"Dejen de tratarme, señores del Gobierno, como si yo no supiera cuidarme"

Fui hippie, cantante, aventurera y nadie me dijo que no podía cruzar el Tíbet en furgoneta. ¿Es que nos quieren recluir en la galería de seres indefensos, molestos e inválidos? ¿O tal vez somos la excusa para decretar a golpe de domingo?

Por favor no me traten como a una niña, peor, como a un bebé al que hay que evitar por todos los medios salir del corralito. He vivido mucho y siempre he defendido mi libertad, mi madurez, resultado de mi experiencia, mi pensamiento propio. Sé que este alegato de rebeldía no va a gustar a muchos, pero dejen de tratarme, señores del Gobierno, como si yo no supiera cómo cuidarme mientras ustedes no tienen ni idea de cómo manejar la situación. Si ustedes improvisan sin experiencia alguna de gobierno, déjennos a los ciudadanos manejar nuestra propia improvisación, al fin y al cabo les llevamos años de delantera en gestión de nuestras propias vidas.

No me digan ahora en pleno siglo XXI que tienen que controlar nuestros movimientos, tertulias, paseos por el campo y compras de esmalte de uñas porque voy a empezar a sospechar de nuestra tan manida y denostada democracia. ¿Es el miedo excusa suficiente para dejarnos arrebatar nuestras conquistas? O es el miedo el mejor aliado de quienes quieren controlar la vida de los demás? Al final ¿la lucha por las libertades y los derechos era esto? ¿Tan fácil y dócilmente se doblega y humilla a los ciudadanos mientras asistimos atónitos a un ejercicio de incompetencia con decisiones cargadas de ideología que a este paso puede terminar con nuestro tejido empresarial además de con nuestros abuelos? Entonces bienvenidos a las dictaduras del siglo XXI. Y por favor no me digan que que quieren protegerme cuando hasta el 8 de marzo no movieron un dedo. Me siento más protegida cuando viajo a Kenia , sin arresto domiciliario.

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