Ahora que estamos creando conciencia sobre la importancia del reciclaje y del cuidado del planeta, estamos asistiendo a una verdadera tormenta de medidas sobre el cambio climático. Puede que no tengan clara su identidad, puede que se encuentren en un mar de dudas o puede que desarrollen ideas poco sensatas, lo que lleva a pensar que lo de la adecuada congruencia se quede en migajas y que, además, atraviesa las barreras del despropósito. El del cuarto milenio en estas noches claras del año haría el agosto.

Un presidente electo, amigo del pato Donald, que se dedica a construir muros y aumentar las emisiones en vez de hacer lo que debería hacer siendo quien tiene aún el teléfono rojo en su mesa de trabajo. Uno de los nuestros, amigo de los whatsapp a corruptos y con alzheimer crónico de temas afines, dedica su tiempo a preparar la visita a los juzgados, en vez de gastar alguna energía en sacar a flote algún que otro barco de los que zozobran en la alta mar económica de nuestro país. Algún cónsul de los que se hacen el gracioso en las redes sociales, en vez de cuidar las circunstancias de muchos turistas, acaba metiéndose a diseñador de moda y a sillonero de la rae a la espera de letra. Lo del fútbol, es para avanzados. Un importante delantero centro, perdiendo el tiempo declarando en los juzgados en vez de estar entrenando tácticas o ensayando penaltis ante las supercopas, y jugando a ser modelo en vez de saber darle a la bolita. Y para colmo, los alcázares almohades y los claustros monacales, usados para conciertos de verano; las bodegas, en vez de hacer estudios enológicos de futuro, encargándose de albergar las verbenas de agosto, y las terrazas de los bares, en vez de dar de comer y beber, se convierten en invernaderos de agua pulverizada.

Lo dicho, quien no se renueva es porque no quiere. O no puede. O no sabe.

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