EL otro día observé atónita como un montón de libros estaban apilados al lado de un contenedor de basura. La curiosidad me hizo fijarme en un vistoso ejemplar en color naranja que evidenciaba que formaba parte de una conocida colección infantil. La saga era la de Fray Perico, un famoso fraile que con sus trastadas había hecho las delicias de todos en la escuela. Aún no concibo cómo se pueden haber tirado varios ejemplares, más de veinte. Desechados sin ningún tipo de pudor y eso que eran libros de lectura, no de esos coleccionables para pintar o con pegatinas. Otros recogían aventuras de 'Los Cinco' en una edición relativamente reciente, no de esos de pasta dura que me leí de cabo a rabo cuando estaba en la extinta EGB. Lo peor de todo, es que en la zona hay dos colegios cerca que quizá habrían recibido encantados esa 'minicolección' para los fondos de su biblioteca. Menuda forma de cargarse los recuerdos de infancia.