HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Resumen

AUNQUE el paso de un año a otro es convencional y no siempre fue en esta fecha, es casi inevitable hacer resumen de lo sucedido en nuestras vidas para, una vez más inútilmente, ahondar en lo bueno que nos haya pasado y procurar evitar lo malo. No sirve de mucho porque cada año nos pasan cosas buenas y malas inesperadas. Cuando empecemos a saber defendernos de la vida, se nos estará acabando. Uno pone bastante de su parte para que se cumpla su destino. Creo poco en la suerte. La vida misma es un azar y no elegimos, al principio, las circunstancias de nuestra existencia. Luego sí. Vamos aprendiendo a elegir, si bien no es capacidad muy común ni fácil de adquirir. Empezamos a elegir pronto: esto quiero y esto otro no; esto me gusta, aquello me molesta; esto me divierte y lo de más allá me aburre. Poco a poco, sin mucha conciencia de que vamos dando los pasos para que se cumpla un destino, la vida va por donde queremos que vaya.

No siempre aumentamos nuestro bienestar ni somos más dichosos. Pero es nuestra vida, que, de haberla forzado en otro sentido, sería peor. Los destinos, aparte tragedias personales, no suelen ser ni muy malos ni muy buenos. Vistos desde fuera, los ajenos nos parecen mejores que el propio, y, seguramente, el propio parecerá mejor a quienes no lo tienen que vivir. Es un error de perspectiva, de subjetividad. Al aprender a elegir, nos encontramos con la libertad personal, la de pensar y actuar, y pronto nos damos cuenta de que es otro cautiverio lleno de obligaciones y deberes. Si leemos a los cínicos, nos dicen que la libertad es mayor cuanto menos dependencia tengamos de las personas y de los bienes. Si a los estoicos, aceptaremos las pérdidas por grandes que sean sin un gesto de dolor. Libres nunca seremos, sino de pensamiento, pero tampoco esclavos. Y, así, cada año que termina calculamos las pérdidas y las conquistas y las cuentas cuadran.

No será mejor el año que llega ni fue peor el que se va. Tenemos, eso sí, más pasado que futuro, más sombras que nos agotan y más muertos que recordar. No es por un mal destino. A todos nos pasa igual. Es el paso del tiempo el que establece estos balances, sin dejarnos desamparados, pues lo vivido seguirá vivo en la memoria mientras nosotros vivamos. Si podemos escribirlo y contarlo, tardaremos más en morir en la memoria de otros. Y, al cabo, no podemos presentar, ni al año ni a la existencia, un memorial de agravios porque nos avergonzarían con su lista de beneficios. Las gracias y los dones han sido más que las desdichas, lo que nos pasa es que vivimos alegremente y sin sentir los primeros y nos pesan y abaten las segundas. La fecha convencional del término del año induce a reconsiderar, pero la vida ya está elegida y hecha.

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