Así como los Rollings vuelven al blues original, también asistimos a un revival del 4 de diciembre, la fiesta golfa de los andaluces, conmemoración del alzamiento cantonalista de Fermín Salvochea en Cádiz y efemérides de aquellas manifestaciones multitudinarias de 1977, cuando unos dos millones de andaluces salieron a las calles para reclamar un estatuto de autonomía. Con mártir incluido. García Caparrós, de 19 años, murió de un tiro asesino en Málaga. El PSOE, que ha sido un partido fagocitario de casi toda ideología, absorbió lo poco o mucho que había del andalucismo, gracias a la visión estratégica de Rafael Escuredo y a la ceguera de los de Rojas-Marcos, un desastre sin paliativos. El PSOE enterró la festividad del 4-D, preferido de una minúscula izquierda nacionalista, en favor del 28-F, relativo al referéndum de autonomía de 1980, pero con la aparición de Podemos, un revival de la izquierda automarginada de la Transición, la fecha vuelve a estar de moda y hasta los socialistas, siempre atentos a la competencia, van a celebrarlo. Omnívoros insaciables. Con el tiempo se incorporará hasta el PP, que en tiempos de Arenas abrazó el andalucismo y casi la socialdemocracia, convirtiendo a su partido, heredero de la AP y UCD antiestatutarias, en un ornitorrinco, mamífero y ponedor de huevos. Y con membranas de pato.

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