'Rey Tiniebla'
TRIBUNA LIBRE
ACABO de terminar la lectura de 'Rey Tiniebla', absolutamente impresionado. Es una gran novela histórica, pero también una gran novela fantástica y una fascinante reflexión sobre la existencia, desde la heterodoxia de nuestras raíces cristianas. Un relato dantesco, en el mejor sentido de la palabra, maravillosamente escrito, que incita a volver sobre él. Su autor es Antonio Enrique, uno de los más solventes escritores españoles, con más sólida trayectoria literaria, construida incansablemente al margen de oficialismos y estrategias comerciales, desde la honestidad de la palabra, el derecho a la disidencia y el rigor intelectual.
'Rey Tiniebla' no es una novela más sobre Felipe II, aunque la acción se centre en el regreso definitivo de éste a El Escorial para morir, o mejor dicho, en el relato que hace su mozo de retrete, Maltrapillo, de tales circunstancias, así como de ciertas intimidades de su majestad que sólo aquel, por su trabajo, conoce, como el sangrado de sus pústulas, el color de sus vómitos, la consistencia de sus heces o el olor de su más rancia humanidad. Entre el viejo moribundo y el mozo que se inicia a la vida se establece una vinculación singular, por la que el muchacho se hace testigo y cómplice a la vez. También escucha Maltrapillo las conversaciones íntimas con familiares y allegados, los delirios y súplicas del monarca, llegando a ver como él -para lo que cuenta con un instrumento mágico: los anteojos del rey- y a obsesionarse con el tríptico que descubre en el aposento regio: 'El jardín de las delicias', donde el pintor visionario El Bosco plasmó las figuraciones de su saber esotérico. Un cuadro que le recordaba a don Felipe las noticias que daban sus cronistas del Nuevo Mundo, por las extrañas plantas y criaturas que en él se representan. No es baladí, por ello, que la acción culmine en un lugar lejano del imperio: las Indias Occidentales, desde donde se supone relatada en la ficción.
Si interesante es la trama y sugerente la caracterización psicológica -el lector puede sospechar que el anciano y el chiquillo vienen a ser dos caras de la misma moneda, a manera de alter ego-, asombroso es el modo en que está escrito el volumen, de una riqueza léxica, sintáctica e imaginativa insólitas en el panorama actual de la novela histórica. Habría que remontarse a Mujica Lainez y aun el tratamiento del lenguaje es en 'Rey Tiniebla' más versátil y diestro en el uso de arcaísmos, que ambientan la verosimilitud del discurso sin estorbo de su fluidez narrativa. Una obra, en suma, que merece los mejores lectores y las mayores consideraciones.
También te puede interesar
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Pelotas, no; balas, sí
Quizás
Mikel Lejarza
Nosotros o todos
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Hallarás la música