El lunes pasado los niños volvieron a los colegios; se iniciaba un nuevo curso escolar. La cara de satisfacción de algunas mamás a las nueve y cuarto, en muchas cafeterías del Centro, eran evidentes. Lástima que ese primer día fuera de jornada corta y tuviesen que recoger a sus vástagos a media mañana. Ese mismo día, asistí atónito a la gran bronca que una "esforzada" mamá echaba a una pobre dependienta de una gran superficie; pretendía que se le devolviese el dinero de un libro porque su Vane no daba religión y "ese dinero me lo tienes que dar", mientras le enseñaba el arrugado y lleno de manchas documento de Gratuidad de Libros de Texto. ¡¿Para qué querrán tanto libro?! - vociferaba, sin pudor, a la par que manipulaba ostensiblemente su móvil de los de manzanita mordida -. Me acordé de los padres de antes - cuando eran padres y no papás y mamás -; de aquellos heroicos que se desvivían para que, con poco, sus hijos tuvieran lo máximo con que aprender y ser más grandes y más sabios de lo que fueron ellos. Padres que educaban a sus hijos y no exigían que se los educaran; que se preocupaban por la instrucción; que estaban siempre al lado de los maestros a quienes apoyaban y jamás se metían en su trabajo. Padres que buscaban todo el tiempo para ayudar a sus hijos, que les tomaban a éstos las lecciones y estudiaban con ellos. Ríos de la Cornisa Cantábrica: Bidasoa, Nervión, Besaya, Sella, Nalón - con su afluente el Narcea -, Navia y Eo. Nunca se nos olvidarán aquellas tardes con merienda de pan y chocolate y Ríos de la Cornisa Cantábrica. Hace mucho que todo esto es historia. Ya no se toman las lecciones ni los niños meriendan pan con chocolate ni saben, siquiera, qué es una cornisa ni dónde está Cantabria. Hoy las mamás llevan a sus hijos a clase de kárate o les enseñan cómo hacerse mayores para ir a Mujeres y Hombres y Viceversa.

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