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Rivera vs. Rivera

Rivera tiene unas condiciones inmejorables para ser una excelente bisagra, salvo que él aspira a ser alternativa

Arrecian los ruegos, las presiones y las exigencias a Albert Rivera para que pacte con el PSOE. Tiene su lógica política, su razón económica y hasta su emergencia nacional. Pedro Sánchez ha tenido la inteligencia de tender la mano, mostrando su cara victoriosa, un perfil de estadista y, por la espalda, clavándole un puñal a Rivera.

Porque Rivera lo tiene muy difícil. Ha empeñado su palabra de que no pactaría. Ni uno solo de sus votantes ignoraba esa condición autoimpuesta. No sabemos cuántos le han votado por ella, pero ni uno lo ha hecho ignorándola. Puede argüirse que muchos votantes sabían que era una promesa demagógica, pero ese mismo argumento pesará en Rivera en sentido contrario. El coste personal de asumir el mote de «la veleta naranja» es altísimo. Le invalidaría como líder de una opción mayoritaria. Le daría para ser una buena bisagra, que no es mal destino, pero Rivera aspira a ser alternativa.

También inmolaría a su partido, porque el abrazo del oso que el PSOE le pegaría dejaría a Cs sin resuello para siempre. El abrazo del oso que puede pegar C's es a un PP noqueado por los dos lados (valga el pareado del emparedado). Tácticamente, conviene a Rivera hacerse con el centro derecha. Sin embargo, cerrarse en banda a un pacto moderador con el PSOE tendría una difícil explicación estratégica. Las difíciles explicaciones, además, serían crecientes a medida que Sánchez hiciese de las suyas.

¿Existe alguna salida digna para Rivera? Sí. Ofrecer un pacto de Gobierno a Sánchez o de legislatura a cambio de… la aplicación inmediata del 155 y del rechazo terminante a ningún indulto. Rivera podría vender entonces su apoyo muy bien a sus votantes e incluso a los votantes de las derechas que él aspira a liderar. Sánchez, por su parte, satisfaría a sus votantes, que mayoritariamente están por no pactar con los nacionalistas, y, sobre todo, se ganaría una centralidad y una estabilidad legislativa de manual. Pero tendría que sortear a Iceta, me temo, y arriesgar sus buenos resultados en Cataluña.

Si lo aceptase, demostraría que su interés por pactar con Rivera y por el centro es real. Si no lo aceptase, como no lo aceptará, Rivera habrá dejado claro a todos sus presionadores que él se mueve por antipatías viscerales ni por intereses egoístas. Saldría impune de no pactar con Sánchez, revertiría la carga de la cerrazón y cogería aún más fuerzas para cargar contra el PP.

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