Latía la sospecha creciente entre quienes tienen que escuchar a Gabriel Rufián cada vez que habla en el Parlamento de que era un hombre desencantado del nacionalismo, que seguía ahí, de su vocero, porque es su puesto de trabajo, oye, y bien pagado además. Pero que se le notaba, me decían, una vergonzante falta de fe, un amargo desengaño, una apabullante apatía apátrida, etc.

Yo, que no escucho a Rufián cada vez que habla en el Parlamento ni me fijo en el cansancio o no de su mirada ni sigo sus romances interregionales, no terminaba de creérmelo.

Ahora sí, porque lo ha confesado directamente, saliendo del armario desde la solemne tribuna: "Miren, yo no soy, yo no soy nacionalista. Yo tengo muy claro que Cataluña es simplemente el lugar del mapa que se llama ese sitio [sic]. Para mí una patria son las llaves de la casa de tu madre, la cama donde duerme tu hijo, la gente que se levanta muy temprano para ir a trabajar. Para mí la independencia puede ser una oportunidad para expandir derechos o simplemente para convertirse en un lander neoliberal. Para mí es eso la independencia. Decir que 'España nos roba', es como decir el Palau de la Música o el tres per cent nos roba. No. Nos robaba quien lo gestionaba, que, por cierto, eran los mismos siempre". La asociación entre independencia, llaves de una casa y puesto de trabajo ha pasado rozando el larguero freudiano, pero de lo que ya no hay duda es de que Rufián no es nacionalista, que no cree en las esencias de "el lugar del mapa que se llama ese sitio" y que si alguna vez dijo que "España nos roba" fue una metáfora, o una sinécdoque (para ser exactos).

Algo está pasando en los cerebros catalanes o en los armarios de la tierra, porque el otro día Sandro Rosell le decía a Jordi Évole que, en un hipotético referéndum sobre la independencia, "votaría 'sí' a la independencia de Cataluña y me iría a mi casa. Pero si el resultado final es que 'sí', yo me iría de Cataluña. Si el resultado final es que 'no', me quedo en Cataluña. ¿Soy o no soy independentista? Así es como pienso [sic] yo". No es muy una manera de pensar racional, pero es lógica si se llevan decenios viendo cómo el independentismo es un negocio redondo y sirve para extorsionar al Estado y sacar rédito político y regustillos sentimentales; pero sabiendo que, en verdad, es mentira y nocivo. O sea, lo mismo que Rufián.

Como sigan así, no queda uno en el armario.

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