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Desde la espadaña

Felipe Ortuno M.

El rumor & Fake news

COMO todos hemos tenido maestros, yo también los he disfrutado y aprendido de ellos. Recuerdo que uno, agudo y avezado observador de la realidad, consideraba que en toda reunión formal era importante una buena carga de pasillología. Sostenía que los recovecos de los congresos obtenían mejores resultados a base de rumores, que todas las sesiones asamblearias que hubiera. El siseo maledicente, que va de oreja a oreja, origen del rumor, es eficacísimo porque se ampara en lo impersonal y difuso del colectivo. Logra que lo oculto se haga notorio, que la sugerencia se expanda y que incluso lo más noble de cualquiera se ponga en duda y quede todo en un “si el río suena…”. Y de este modo se pierde el juicio o se gana en el objetivo perverso que todo rumor conlleva. Digo perverso porque, aunque su propósito sea el elaborar un mito, al fin y al cabo, es una mentira al servicio de la ideología que lo sustenta que no es otra que dañar la imagen verdadera.

Está en nosotros desenmascarar ese poder transmutador del lenguaje, casi siempre oculto en el anonimato. Las cosas importantes han de comunicarse y transferirse, pero con firma. A mi no me vale “esto dice de ti la gente”. Puede ser verdad, pero me he deslizado del plano personal y he utilizado el plano colectivo para ocultar la trampa a la que quiero llegar; porque trampas tenemos hasta para engañarnos a nosotros mismos.Si a lo dicho añadimos las tácticas de los medios de comunicación la cosa empeora. Porque si el rumor destruye ¡Liberame Domine!, no quiero imaginar cuando por razones estratégicas llega a la difusión integrándose como opinión pública. Naturalmente que todo se venderá como noticia contrastada y con datos objetivos. Pero ¿quién me asegura que, manipuladas en un sentido u otro, magnificando o anulando acontecimientos, no tengan la intención de falsificar? La tergiversación de la opinión pública muestra hasta qué punto es vulnerable la mente de las personas, incluso de aquellas que, por su preparación, debieran tener un alto poder de discernimiento. Y una vez en la calle ¿quién puede sujetar el sunami demoledor? Ahora se llama Fake news

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