Notas al margen

David Fernández

¡Sacrilegio!

SI un hombre es capaz de llevarse quince años frente al espejo peinándose sin tener apenas pelo, habrá que convenir que cada cual ve lo que quiere ver. Para muchos, hoy comienza un nuevo curso. Para otros tantos, nada habrá cambiado. Ya saben que a la oposición le parece un sacrilegio privatizar la gestión de Aguas de Jerez, la empresa más rentable del Ayuntamiento, la que mantuvo la nave a flote y pagó casi todos los caprichos, mano a mano con el urbanismo. En  cambio el PP, que en su día cargó contra quien mencionaba la idea de venderla, ahora presenta esta solución como la mejor. El mismo Pedro Pacheco que tanto afea la maniobra popular, planeó su venta mucho antes. Y como en lugar de apoyos lo que recibió fue una lluvia de críticas, se conformó con exprimirla para financiar sus sueños de grandeza subido a la ola de la locura colectiva. También los socialistas, los mismos que en la vecina Sanlúcar han aprobado la cesión de la gestión integral del agua a Aqualia, aquí en Jerez se arrancan la piel a tiras porque el Ayuntamiento ya no controla un servicio tan esencial. Eso sí, olvidan que fueron ellos los que la dejaron al borde de la ruina al utilizar los recibos del agua para sufragar todo tipo de gastos, empezando por la nómina municipal. Hay que estar hecho de una pasta muy especial y corrosiva para defender una causa y la contraria. El gobierno de María José García-Pelayo, tretas del destino, rubricó su privatización a cambio de un dinero que le permitirá capear algunos pagos y sobre todo navegar con algo más de alegría los próximos ejercicios. Hasta hace bien poco se despilfarró con la complicidad de cajas y bancos. En la actualidad hay que empeñar el bien más preciado para que atiendan tus llamadas. El desenlace lo firma Pelayo pidiendo perdón a cada paso que da en lo que llevamos de legislatura. Esto puede indicar que no está muy segura de sus actos, lo que es más que improbable, o que intenta hacer de la necesidad virtud, sacando el mayor partido a cada situación, por muy desastrosa que sea. Mostrarse cercana es uno de sus puntos fuertes, pero con sus disculpas por las colas en la oficina de Aqualia, debilitó su imagen sin necesidad. Al dar la cara, entró en el juego de sus oponentes porque hizo suyo el problema. Y también se retrata la oposición que protesta sin medida. Algunos recuerdan al cura que gritó  “¡sacrilegio, sacrilegio!”, cuando los aficionados quisieron tomar las andas de la Virgen de la iglesia de Santa Ana para que Belmonte entrase triunfalmente en su barrio, a la vuelta de México. Apunta Manuel Chaves Nogales, que novela las memorias del diestro magistralmente, que tras lograr alejar a la masa, el cura, fuera de sí, comentó: “Las andas para llevar a Belmonte, qué barbaridad. ¡Si siquiera hubiese sido para llevar a Joselito! Socialistas y dirigentes del Foro parecen proclamar la misma retahíla: ‘¡Vender el agua, qué barbaridad, si siquiera hubiésemos sido nosotros...!’  Cuanto más tarden entre todos en tejer un horizonte para Jerez, menos les gustará mirarse al espejo.

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