La ciudad y los días

carlos / colón

Sagrada es la vida

TRES mujeres pro abortistas que asistían a la sesión de control al Gobierno interrumpieron el pleno del Congreso mientras intervenía el ministro de Justicia y, tras quedarse en top less, gritaron: "¡El aborto es sagrado!". Pues no, señoras mías. El aborto, hasta para todo pro abortista que no sea un fanático, un sádico o un fascio-consumista (porque el consumismo, como ideología que no tolera ninguna otra ideología o creencia, es una forma de totalitarismo), es una desgracia, una violencia ejercida sobre el cuerpo de la mujer, el sacrificio de un feto, una medida extrema y última, algo indeseable y triste.

Convertirlo en un derecho y celebrarlo, en lugar de despenalizar algunos supuestos psicológica (violación) y terapéuticamente razonables (graves malformaciones y peligro para la vida de la madre), me parece una barbaridad, una de las muchas formas de salvajismo hipercivilizado, de sofisticada barbarie o de crueldad encubierta de humanitarismo que nos afectan. Porque, como he escrito ya otras veces, ni la maternidad fuera del matrimonio está ya socialmente condenada, ni falta información sexual, ni son difíciles de conseguirse los métodos anticonceptivos, ni falta información sobre el carácter genéticamente único del ser no nacido. Luego en la mayor parte de los casos el aborto se utiliza como un brutal método de control de la natalidad que remedia, matando, un acto irresponsable.

Dar un paso más y considerarlo "sagrado", como han hecho estas gamberras antidemocráticas que se creen autorizadas a interrumpir una sesión parlamentaria, es una monstruosidad nazifascista. Los nazis y todas las malas bestias asesinas han rendido culto a la muerte, se han adornado con calaveras y han gritado -como Millán Astray- "¡Viva la muerte!". Gritar que el aborto es sagrado es lo más parecido a estos comportamientos. Los judíos, los gitanos, los homosexuales o los "rojos" sacrificados son, en este caso, los fetos sanos masacrados en los vientres de mujeres sanas que viven en sociedades desarrolladas, liberales y no sexualmente represivas o ignorantes.

La vida es sagrada, no el aborto. Que es muerte. Ni el más acérrimo defensor del aborto puede mantener que no se dé muerte al feto en la intervención abortista. Los diputados de IU las aplaudieron. Reflejos ancestrales. Hasta que se convirtieron al eurocomunismo el respeto por la vida y la democracia no eran las virtudes más destacadas de los comunistas.

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