Salir del armario

Poniéndonos medallas públicamente de amantes de lo público creamosdos mundos estancos

Ha pasado un tiempo desde la dimisión de Màxim Huerta y todavía no se ha realizado la reflexión que más necesitamos. Se ha hablado de que el ex estuvo un pelín ofensivo con la prensa y la opinión pública (la llamó "jauría") que había sacado una información veraz y escarbado en las hemerotecas para recoger viejas indignaciones del propio Màxim y de su jefe Sánchez.

Urge, sin embargo, una reflexión liberal que coja por los cuernos la cuestión de los impuestos. Mientras no se haga, imperará en España la hipocresía de la que hizo gala Màxim y que para mí es lo peor de esta historia. Escribía furioso contra los que defraudaban a Hacienda mientras que él, ejem (y con sentencia firme, y varias veces, y sin que pueda apreciarse, según los jueces, "buena fe"). ¿Por qué no clamó por una bajada de impuestos jamás cuando pontificaba sobre Hacienda… y los demás?

Después han estado las dobles varas de medir. Que si los artistas pagan mucho y es común poner sociedades intermedias. ¿Por qué sí los artistas y no los dentistas, por ejemplo? La igualdad ante la ley exige menos leyes o justificaciones particulares para cada gremio. Y aquí vuelven a hacer distinciones con el IVA cultural, que, para la cultura, ha sido, según el neo ministro, "terrible".

¿No ha sido el impuesto de sucesiones terrible para la cultura de la familia y de la transmisión de un patrimonio que la sustenta? ¿Y el IRPF es o no terrible para la cultura del esfuerzo? ¿Y para la cultura del ahorro? ¿Y para la cultura de la libertad? Yo sería partidario de los tipos más bajos (más topos) y más fijos (más topes) y más generales (más todos), de forma que no se perjudicase ninguna cultura ni se cobijase ninguna distinción o acepción de personas o prejuicio ideológico.

¡Qué oportunidad perdida la de Màxim de hacer un discurso rompedor y despojado de hipocresías! Como que le salió mal una jugada para pagar menos impuestos, y cayó al otro lado de la ley y que, por eso, no puede ser ministro, vale; pero habría que ver hasta qué punto la fiscalidad agobia tanto a los trabajadores (artistas o no) que incluso a los más progresistas (porque no dudamos de la honestidad del progresismo de Màxim) los fuerza a las cabriolas de fiscalidad extrema.

Poniéndonos medallas públicamente de amantes de lo público mientras que lo privado nos priva por lo privado, creamos dos mundos estancos. Cuando se rompen las compuertas, se anega todo.

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