Cambio de sentido

¡Salucita!

El problema no es tanto el virus como que colapse el sistema y no se pueda asistir a quienes lo necesitan

En estos días, en los que un virus carcome rutinas, certidumbres, la fe en la ciencia y otros dioses como el Dinero y el Futuro, hemos visto algunos casos preocupantes de sálvese quien pueda y un olvido pasmoso de asuntos importantes. Apenas se oye la voz de los refugiados sirios o de los aceituneros altivos. Se oyen algo más cerca las voces de muchas mujeres -y, sobre todo, truenan los rabotazos contra el cuestionamiento que los feminismos hacen de problemas estructurales e injustos-. No quito importancia al coronavirus, más bien pongo de manifiesto cierto egoísmo y ensimismamiento. Quienes han dejado sin mascarillas (vía "por lo que pueda pasar") a las personas que las necesitan por tener cáncer o alergia; o quienes se alivian al decir "no es para tanto, el coronavirus sólo mata a viejos": ésos serán el verdadero problema de ponerse la cosa más chunga. Consulto Twitter. Además del coronavirus, son trending los cotilleos de Sálvame, el First dates, los homúnculos de La isla de las tentaciones, los futbolistas. Valiente plan.

El problema de esta crisis no es tanto el virus como que colapse el sistema sanitario, es decir, que no se le pueda dar respuesta proporcionada a todo el que necesite atención médica. Es ahora cuando se hace muy evidente que el problema de uno también lo es de toda la comunidad. La solución también implica todos y a cada cual. Velar por los sistemas sanitarios públicos; defenderlos de quienes desean su decadencia para justificar su privatización y de quienes quieren que no sean universales para dejar a gentes fuera del sistema; exigir recursos, eficiencia, mejoras, investigación, así como una cobertura más amplia y profunda de servicios, es básico para la vida digna de todos y cada uno. Los recursos de la sanidad pública son limitados, exiguos incluso en algunos casos, y tienen que dar de sí para abordar mucho más que la emergencia del momento actual. Antes de que algún catedrático de la Universidad de Oídas diga que el diminutivo de salud no es salucita, explico que de esta hermosa manera se dice en muchos sitios de Hispanoamérica. Choco la copa -y mi arma, que es la pluma, si es preciso- por la salvaguarda de la salucita y el derecho a que nos la garantice un sistema público. Defender la sanidad es no votar a quienes la prefieren desmantelada. También -más aún en estos tiempos- es ser usuarios responsables, cuidarla y exigir que no nos falte para lo extraordinario, pero tampoco en lo cotidiano.

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