El tiempo no ha pasado en balde por su envoltura externa, avejentada y de una irregularidad en la que puede leerse una sucesión de siglos en forma de proyectos, reformas, ampliaciones y añadidos. Desde la cabecera, fechable en el siglo XIII y considerada una de las más tempranas manifestaciones de la arquitectura cristiana de Jerez, hasta la avolutada espadaña dieciochesca que se alza arrogante junto a ella, transcurrieron 500 años. Una historia construida con los restos de una parroquia gótico-múdejar sobre la que en el quinientos fue levantada otra tardogótica; con los volúmenes escalonados, de dispar cronología, de sus capillas laterales; y con una fachada principal completada en un particular manierismo. Dentro desaparece casi por completo esa idea de amalgama del exterior. Es un interior monumental y armónico donde prevalece la intervención de Diego Jiménez de Alcalá, con sus bóvedas estrelladas, impresionantes y alambicadas. El gran retablo mayor, con el quizás mejor conjunto pictórico de la ciudad, los altares del más refinado estilo rococó situados en la nave o las interesantes rejas de madera torneada y tallada de ciertas capillas son otros de los atractivos de San Marcos. Un monumento, con frecuencia, no valorado suficientemente y al que se le está haciendo por fin justicia con el actual ciclo municipal de este febrero, dedicado en esta ocasión de manera monográfica a él. De nuevo, conferencias y visitas guiadas conforman el programa, donde participan algunos de los grandes conocedores del edificio: Manuel Romero Bejarano, José María Guerrero Vega y Pablo J. Pomar Rodil. Tras el inicio de la semana pasada, las siguientes citas serán las charlas del 20 y 22 de febrero, en el Alcázar, y una última visita el 27. Sin duda, un buen modo de conocer o profundizar en una iglesia tan desapercibida como compleja y sugestiva.

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