Francisco Bejarano

San Teodosio Cenobiarca

Los penitentes solitarios, aunque populares y tenidos por hombres santos, eran mirados por las personas cultivadas como gente loca. San Teodosio (11 de enero) modificó algunas normas de la vida eremítica. Recomendó que se prohibiera retirarse a los desiertos a los de cuerpo enfermizo o mente frágil, porque enfermaban, enloquecían o eran poseídos por los demonios, y que, aparte de orar, ayunar y disciplinarse, había que ocupar el tiempo en un trabajo útil: hacer canastos, tomiza, cestas, sembrar lechugas y hablar con las aves hasta conseguir un cuervo de compañía, o cualesquiera otras actividades virtuosas que dejarán libre el pensamiento para ponerlo en Dios. Añadió que no convenían los lugares demasiado apartados, sino lo suficiente como para que los solitarios pudieran reunirse en Pascua Florida y en Navidad. Por último dijo que si varios penitentes se decidían a vivir juntos, no debían ser más de siete.

San Teodosio fue un joven de la Capadocia, que vivió entre los siglos V y VI, ardiente en deseos de perfección espiritual. De camino a Jerusalén visitó a san Simón Estilita, quien le permitió, como gran privilegio, subir a su columna. Dispuesto a la mortificación, se puso bajo la férula del santo varón Longinos, recluso en una estrecha cámara y comido de miseria. Con fuerzas para vivir en el ensimismamiento, halló una cueva cerca de Belén en la que pasó treinta años de soledad haciendo sogas y cestas de palma, asediado por diabólicas visiones lascivas. Con un círculo alrededor de la cueva hecho con barro amasado con paja del pesebre donde nació Nuestro Señor Jesucristo, mantuvo alejados a los demonios. Su fama de santo atrajo a varios jóvenes deseosos de vivir en su compañía, y fueron pronto tantos que rompió la propia norma de no pasar de siete.

Su prestigio fue tal que el emperador Atanasio lo sobornó con una enorme cantidad de dinero para que apoyara la herejía arriana. Lejos de hacerlo, predicó ardiente contra ella y no le devolvió al emperador ni un céntimo. La muerte de éste lo libro de un durísimo castigo. Con el dinero construyó un gran cenobio en forma de estrella de seis puntas como homenaje a los Reyes Magos: un ala para los enfermos, otra para los ancianos, otra para los anacoretas que se habían vuelto locos, una más para los endemoniados, y las dos restantes para la vida normal de comunidad. De los endemoniados se encargó el personalmente, pues sus dotes de exorcista no tuvieron parangón en la época. Expulsó a tantos que desde la distancia se oían los aullidos. Murió a los 106 años y su obra con él. Los demonios prendieron fuego al monasterio y se vieron salir de entre las llamas con las almas de los posesos, mientras la de san Teodosio era elevada a la gloria por un coro de ángeles.

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