Mucho tuvo que estudiar Cupido de física cuántica y vectores para aprender a tirar flechas como nadie en el intento de captar adeptos a su causa. Mucho sufrió Valentín, el santo, casando cristianos en malos tiempos. Mucho tiempo dedicaron Romeo y Julieta o los mismísimos amantes de Teruel a buscarse estrategias para poder verse a escondidas y permitir que el amor verdadero cuajase con nocturnidad y alevosía. Muy poco tardaron las grandes firmas de hace unas décadas en sacarse de la manga el famoso día de los enamorados para goce y deleite de sus arcas. Ahora es diferente. Se busca hacer negocio con gasolineras a las puertas de los grandes almacenes, con los famosos días de descuento sin IVA, con los aniversarios, los días de oro, los blancos, los negros, los verdes y los de los demás colores del arco iris. Ahora se lleva hacer negocio a costa de los consumidores en cualquier esquina. Están de moda presentar las ofertas en la calle Larga, con panfletos atractivos para que cualquier persona entre al trapo o con ofertas en internet. Lo grave es cuando las ofertas y las rebajas aparecen poniendo el cebo para atrapar piezas a modo de ratoneras o algún producto inservible es colocado a la vista para ser atractivos al bolsillo y a la vez en los pasillos interiores te crujen por algún otro que es necesario. El marketing y los estudios de mercado tienen tanto trabajo detrás que hay másteres y tesis al respecto. Más de lo que nos imaginamos. La publicidad engaña en una sociedad consumista sobremanera. Se inventa días sobre el amor y la química seductora, a sabiendas que, ante una propuesta vacía, se responde como corderitos. Crea la necesidad de almacenar, de comprar, de gastar. Qué pena que no se inventaran días para crear la necesidad de ser libres, de ser solidarios, respetuosos y amigos de sus amigos. De tener sentido común y de saberse mortales. De tener corazón, rojo sí, pero sin afán comercial.

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