Ahí donde ustedes lo ven, nuestro presidente del Gobierno no sólo no ha robado coches, sino que ni ha ido al colegio ni ha aprendido a dividir con decimales. Y naturalmente tampoco ha obtenido jamás aquel doctorado que resultó tan polémico cuando le acusaron de plagiar la tesis. Al menos eso es lo que cabe deducir si aplicamos la lógica que aplica su vicepresidenta, la industriosa Carmen Calvo, para quien el presidente Sánchez jamás dijo lo que la prensa asegura que dijo hace meses (acerca del levantamiento independentista en Cataluña) por una sencilla razón: entonces no existía el presidente Sánchez. Era tan Sánchez como sigue siendo ahora, pero no era ni mucho menos presidente, de manera que es imposible que las declaraciones de marras las hiciera alguien que solo existía en la imaginación de sus admiradores.

Quizás ustedes nunca hubieran caído en esa curiosa característica que tienen algunos mamíferos, pero valiéndonos de esta versión tan sandunguera de la metafísica que ha ideado nuestra vicepresidenta para salir del paso, se puede asegurar que las personas dejan de ser las que eran tan pronto como cambian de empleo (por lo menos si ese empleo nuevo consiste en gobernar un país) y puede que hasta se conviertan en otras personas simplemente por mudarse de calzoncillos.

Este método de hacer borrón y cuenta nueva es revolucionario, ya que a lo mejor usted no se levanta mañana lunes gobernando ningún país, pero si le llegara una multa por saltarse un semáforo el pasado octubre, le bastaría con alegar que desde entonces ya no es ni sombra del que era: que se ha casado, o que ha encontrado trabajo en una obra, así que no le vayan a venir ahora con historias de aquella época en la que su otro yo iba como loco al volante.

Con esas mismas razones, yo ahora podría escribir que esta señora vicepresidenta es una completa inútil sin miedo a las represalias porque cuando ella lo leyera, yo, con pegarme una buena ducha, no sería ya la misma persona, mientras que ella, con comerse un flamenquín, tampoco sería la Carmen Calvo a la que yo habría podido faltar al respeto. Nada más lejos de mi intención.

Está bien ir cambiando de opinión según se van comprando productos para teñir las canas. Y se comprende que la gente no piense con 50 años lo que pensaba cuando se divertía en los columpios. Lo que no gusta tanto es que esa evolución ideológica se produzca por decir justo lo contrario de lo que se decía un minuto antes de tomar posesión del cargo de presidente.

Porque con esas argumentaciones, además, tendrían que abolir la Ley de Memoria Histórica. Si a los vivos no se les debe juzgar por lo que hicieron antes de llegar al poder, ¿cómo se les va a pedir cuentas a los muertos por cosas que hicieron antes de enterrarlos? Hasta los restos de Franco, que tanto juego dan, habría que dejarlos en paz, porque barbaridades hizo, nadie lo duda, pero todas ellas las cometió antes de convertirse en el cadáver que ahora es.

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