de frente

Ignacio / García / Pomar

Santiago y Jesús del Prendimiento

EL problema de hablar de la hermandad del Prendimiento consiste en que en menos que canta un gallo aparecen todos los tópicos asociados a la misma en la época moderna. Es evidente que se trata quizás de la cofradía más conocida en el exterior y por lo tanto surgen historias, leyendas y cuentos muy pintorescos y tremendamente atractivos para el foráneo que viene a conocer simplemente la epidermis, pero que muy poco tienen que ver con la realidad de una devoción de siglos. Sí, de siglos, porque el Prendimiento es una de las ocho o nueve cofradías con una antigüedad real que no hay que escudarla en reorganizaciones ni otros inventos. Es por ello que debemos mirar al templo del Apóstol como la hornacina del Señor, como esa casa que se asocia con sus habitantes, como un elemento insustituible que al no estar en condiciones nos limita la realidad de la hermandad. En la actualidad por la desidia de algunos, Santiago sigue cerrado y eso aparece poco en pregones, oraciones poéticas o cantos cuaresmales, por lo que nos seguimos perdiendo la solemnidad catedralicia del palio de piedra de unas bóvedas que a fuerza de elevarse sobre el espacio imposible nos acercan a Dios. Pasará una Semana Santa más y los guiris no la habrán echado en falta, pero al sustrato más íntimo de sus hermanos sí que notará en lo más profundo de su alma la falta de aquello que también da sentido a su fe. Ese tiempo perdido o mejor dicho, robado, ya no volverá nunca y ese patrimonio inmaterial del gozo lo están perdiendo generaciones que en un futuro no acertarán a comprender la historia con mayúsculas de un arrabal del siglo XV que con el corazón en las piedras de su Iglesia Mayor cambió la idiosincrasia de Jerez.

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