Aún calientes de la impresora los cuatrocientos y pico folios de la sentencia del procés, se precipitan por todos lados las reacciones de unos y de otros, la mayoría de las leídas, por distintas razones, contrarias al fallo judicial, en distintos estadios que van desde la indignación (un golpe de Estado sin respuesta contundente), la decepción (con lo bien que me caía el juez Marchena…) a la ira (los esperados desórdenes públicos en Barcelona alentados por los cantamañanas que gobiernan allí).

Sin ser yo especialista en Derecho Penal ni conocedor del tema en profundidad, creo, sin embargo, que la sentencia tiene algunos elementos positivos que no se están valorando lo suficiente, quizá por el ancho campo para el debate que admite el concepto de rebelión a la luz de la redacción legal dada en su día, pensando más en un levantamiento militar que en otra cosa. Desacredita con fundamento la autodeterminación como derecho y anula cualquier planteamiento de ruptura si no es por la vía legal. Visto así, no parece descabellada la opción de tribunal hacia el concepto menos discutible de sedición, que además favorece una unanimidad que siempre robustecerá sus argumentos de cara al seguro recurso ante la inquietante jurisdicción europea.

A poco que pasen los días, el debate olvidará el tipo penal aplicado para pasarse al más pantanoso (aquí la mano larga de la Administración tiene más juego…) del cumplimiento de las penas, pues si casi todos podemos estar de acuerdo en que meterle al católico Junqueras trece años es un tiempo muy largo que le da para aprenderse de memoria la biblia entera, que acceda al tercer grado en poco tiempo casi puede considerarse un indulto encubierto. Y sería un gravísimo error que una decisión condenatoria tras un inmaculado proceso formal perdiese toda su fuerza disuasoria ante futuras intentonas por el interés político de buscar atajos al final del camino.

En un asunto con tantas aristas, lo verdaderamente importante era dejar sentada la autoridad del Estado para defenderse de los ataques por medios democráticos, que es lo que en suma se ha hecho y puede decirse que conseguido, aunque tengamos que soportar los patéticos mensajes de millonarios desagradecidos como Xabi o Guadiola. Ahora que dicen van a retomar la eurorden para reclamar a Puigdemont, dan ganas de solicitarla contra aquellos, pero a la inversa: para que no vuelvan.

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