EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Sentido común

TRAS los resultados de las últimas elecciones autonómicas, decimos que Andalucía es progresista, pero eso no deja de ser una simplificación más de las muchas simplificaciones que abundan en la política. Si las elecciones se hubieran celebrado en noviembre pasado, hace sólo cuatro meses, coincidiendo con las generales, es muy probable que hubiera ganado el PP, de modo que Andalucía habría sido "de derechas". Pero como el Gobierno andaluz decidió retrasarlas hasta marzo, el descontento y la apatía alteraron los resultados. En cualquier caso, ni Andalucía habría sido "de derechas" si hubiera ganado el PP, ni tampoco podemos estar seguros de que ahora sea de izquierdas porque un leve porcentaje de votos -sólo unos cien mil- inclinaron la balanza hacia la izquierda. La realidad no es tan simple como les gusta pensar a los políticos y a sus hooligans mediáticos.

Si lo pensamos bien, incluso podríamos ir un poco más allá y decir que Andalucía es de izquierdas porque los andaluces se gastaron -nos gastamos- el dinero de una campaña electoral autonómica celebrada cuatro meses después de unas elecciones generales. Y lo mismo podría decirse si hubiera ganado el PP. Por mucho que nos empeñemos en proclamar triunfos y derrotas, el azar actúa en política mucho más de lo que nos creemos. Y por cierto, alguien debería cuantificar algún día el coste en dinero público de una campaña electoral, porque los ciudadanos no podemos olvidar que somos nosotros los que financiamos a los partidos políticos, un hecho que los políticos y sus hooligans mediáticos olvidan con singular cinismo, ya que suelen creer que las cosas suceden al revés y que son ellos quienes nos financian a nosotros.

Digo esto porque el ciudadano medio está muy lejos de ser un hooligan entregado a la derecha o a la izquierda. Al ciudadano le importa poco quién gobierne, mientras que sí le importa mucho saber cómo se gobierna. Le importa saber, por ejemplo, cuánto dinero se destinará a financiar programas de dependencia y cuánto dinero se destinará a colocar amigos y familiares en cargos públicos. Le importa saber en función de qué objetivos se recortan o no se recortan los presupuestos. Y le importa saber si se administra el dinero público con honestidad y eficiencia, sin derroches ni excesos, pero también sin imposiciones crueles de unos sacrificios que nadie le ha explicado por qué le tienen que tocar a él y no a otro. Hoy por hoy, los ciudadanos saben que están viviendo un periodo de angustia e incertidumbre. Y no están dispuestos a aceptar caprichos ni experimentos. Quieren sentido común, ejemplaridad y una justa distribución de los sacrificios. No sé si eso es de derechas o de izquierdas. Pero es lo que hay.

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