La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Sesión de dos rombos en el Parlamento

La porra es un destino casi 'vintage' en función de la agrevisidad del lenguaje político que sufrimos hoy

Hemos rejuvenecido gracias a una sesión de control en el Parlamento de Andalucía. ¡Quién nos lo iba a decir! La degradación de la vida pública tiene algún efecto positivo absolutamente inesperado. En las Cinco Llagas hemos visto de casi todo: desde las interminables risotadas que se difundieron en los informativos de todo el mundo, cuando Diego Valderas era presidente de la institución, hasta las alusiones a los años que tardaron sus señorías en acabar Derecho, pasando por la insólita explicación de algún compareciente: "De papeles ando chungo", como se justificó cierto director general de la RTVA. Pero ayer viajamos en el tiempo con la reacción airada, irrespetuosa y reprobable del portavoz de Vox. Alejandro Hernández mandó a la porra a la presidenta Bosquet, plegó el micrófono con una evidente ira y se marchó con un muy ibérico "a tomar por culo". No me negarán que ya nadie manda a la porra a nadie. La gente en general busca los costados del prójimo, mienta a las madres, a los padres, la tiesura, los difuntos, la fealdad y otras circunstancias que puedan menoscabar la dignidad del contrario. ¿Pero quién manda hoy a la porra a alguien? La vida está tan crispada que el lenguaje hace tiempo que evolucionó hacia términos mucho más groseros. Mandar a la porra a alguien es como las peinetas que la duquesa de Alba dedicaba a los periodistas que la perseguían, o como los ademanes de desprecio que la infanta doña Pilar les dedicaba a los mismos sujetos. La porra es un destino vintage. Evoca una España con los primeros televisores en color, las películas de Fernán Gómez, las picardías por las que te obligaban a lavarte la boca en el colegio, ¡a escribir 50 veces en la pizarra "eso no se dice"!, las películas de dos rombos y los colegiales canturreando con cuchufletas: "A la porra me mandaste y a la porra yo me fui. Y en la porra me dijeron que la porra era pa ti". Huy, picardía. El señor Hernández nos hizo perder veinte años. Que digo veinte, casi treinta. Cuánta ingenuidad, cuánta ternura. Faltó un palillo, la mirada baja y un salivazo sobre una alfombra de serrín en la taberna. "¡A tomar por culo!". Pero en vez de salir gruñendo, mejor pegar un golpe con el vaso y exigir: "¡Niño, llena ahí!". A Hernández le pondrían en Netflix una advertencia: "Lenguaje soez". En el Parlamento parece que sus señorías están esperando a que saquen el córner y mientras tanto se dicen de todo en la bulla. Pongan césped en vez de serrín y apuesten a que hay un Míchel tocándole los bajos a un Valderrama... Si la cosa va de apuestas. De porra, vamos. Andaluces, mejor que no se levanten ustedes. Qué españolísimo es que un Hernández te mande a la porra, ¿o no?

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